La cortina de humo de disculpas que ha corrido el PP para atajar la crisis abierta en Badalona por un folleto xenófobo, editado por el líder del partido en la ciudad, Xavier García Albiol, apenas puede velar la realidad: los conservadores se han dejado arrastrar hasta el resbaladizo terreno del racismo descarnado. Se mire por donde se mire, vincular inmigración con inseguridad puede ser tan rentable electoralmente, como deleznable en el seno de una sociedad democrática avanzada. Proceder de idéntica forma con la comunidad gitana de origen rumano, convertida en referencia genérica de comportamientos incívicos, no es más defendible. Justamente porque se trata de comportamientos opuestos al respeto a las personas --inmigrantes o no-- y que dañan la cohesión social, resulta incomprensible que la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, se entregara alegremente a repartir los folletos de Albiol. Sus disculpas posteriores carecen de credibilidad. Y se antoja fuera de registro que el portavoz del PP, Esteban González Pons, invoque "problemas de convivencia extremadamente graves" para poner sordina a la campaña xenófoba. Simplemente, con haber atado corto al concejal de Badalona, conocido por su extremismo gesticulante, se hubiese podido evitar la cadena de despropósitos y el partido se habría ahorrado excusas de mal pagador.