La mente humana es imprevisible y camaleónica. El celebro es un órgano definido --todos tenemos algo parecido a la mitad de una nuez blanda dentro del cráneo--, pero guarda la parte inmaterial de una persona, todos sus secretos; y aunque a veces no estén a buen recaudo, pues algunos los dejan entrever exteriorizando en su rostro su estado anímico o sus intenciones, casi nunca sabemos qué piensa cada uno o cuál será su reacción ante determinados actos.

En los filmes de suspense y de terror siempre suele haber un personaje que manifiesta su pavor permaneciendo casi toda la película con la cara desencajada y los ojos desorbitados, avisándonos continuamente de la aproximación de una amenaza. Es el miedoso de la peli y su conducta termina desquiciándonos de los nervios, hasta el punto de que deseemos que sea la primera víctima del psicópata o monstruo de turno. En contraposición, tenemos al personaje hermético cuyas cavilaciones e intenciones son difíciles de intuir. Suele ser meditabundo, temerario y precavido, y solemos identificarnos con él porque su serenidad ante las situaciones de peligro transmite tranquilidad a los espectadores, aunque paradójicamente en algunas películas al final descubrimos que es el malo o el asesino.

Me gusta tomar ejemplos cinematográficos para abordar casos que se dan en la vida real, como el del médico naturista Dragan Dabic , un hombre con espesa barba blanca y largo pelo canoso cuya imagen me ha recordado a la de Moisés interpretado por Charlton Heston en la película Los Diez Mandamientos ; incluso, según he leído, éste, al igual que el profeta, agrupaba a masas de personas a los que transmitía sus conocimientos curativos a base de medicinas alternativas. Este hombre con cara circunspecta y pinta de eremita bonachón ha resultado ser Radovan Karadzic , un expolítico serbio acusado de criminal de guerra y genocida.

Casos como este refutan el dicho mente sana, cuerpo sano , ¿o era al revés?