TPtasó la Olimpiada y se esfumaron esperanzas, ilusiones y ensueños. Las miradas se deslizarán por otras superficies buscando sensaciones y estímulos nuevos en el difícil tanteo de la verdad y la mentira de fenómenos que nos envuelven.

El hombre que está hecho para buscar la verdad seguirá dejándose engañar por cosas que llamamos verdades y no son más que metáforas que se han vuelto gastadas, monedas que han perdido su troquelado y ahora no son más que metales.

El arte de ficción que inunda la vida del hombre hasta cotas altísimas, también ha tenido su medalla de oro en la Olimpiada donde hemos visto las mismas manifestaciones del hombre que en la vida de cada día: el engaño, la adulación, la mentira, el fraude, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, el teatro ante sí mismo y los demás.

El revoloteo incesante ante la llama de la vanidad, antorcha olímpica de la vida, se ha constituido: regla y ley. Hemos visto a jueces y árbitros movidos por intereses, nublando la grandeza del deporte, la belleza de la gimnasia artística y los mil juegos a los que millones de hombres nos asomamos para admirar las posibilidades del ser humano.

*Licenciado en Filosofía