La presunta liberación de Irak se complica. Lo que se anunció que se hacía para devolver la libertad a una población oprimida, en la práctica es una ocupación militar sin más horizonte que una Administración colonial por tiempo indefinido y una creciente resistencia de los iraquís. En paralelo, llega la hora de que los promotores de la guerra ilegal pasen cuentas. El trío de las Azores ya no puede ocultar que exageró sobre el peligro que suponía el arsenal de Sadam. Ni tenía capacidad para lanzar un ataque químico en menos de una hora como dijo Blair, ni compró uranio en Níger como proclamó Bush, ni mantenía contactos con Al Qaeda que amenazaban a España como afirmó Aznar.

Blair pasa un calvario en los Comunes y reconoce la erosión electoral de los laboristas. En EEUU, los demócratas rompen la unanimidad belicista y piden una investigación parlamentaria. En ambos países empiezan a aflorar las mentiras. Pero Aznar no enmienda ni una coma de lo dicho y su mayoría absoluta evita que el legislativo realice un análisis parecido de lo sucedido. En Gran Bretaña y Estados Unidos funcionan bastante mejor que aquí los mecanismos democráticos de control de quienes gobiernan.