No es pequeña mi sorpresa ya que en España es cada vez menos frecuente que alguien renuncie a su cargo, sobre todo después de tanto tiempo. Sin embargo, casi todo tiene un porqué.

Si uno se pregunta por la gestión de Ibarra en Extremadura, puede encontrar múltiples respuestas en las fuentes estadísticas de acceso público y gratuito, para eso recomiendo que una buena forma de comprobarlo es a través de los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística, donde no hay trampa ni cartón, donde todo el mundo puede echar un vistazo a la realidad.

Fijándonos en una serie de indicadores, es posible entender como es el estado de la cuestión, basta con tomar lápiz y papel para ver lo que ha pasado en nuestra región desde 1982, y sobre todo ver cuál es el contexto actual:

En materia demográfica y migratoria, las cifras de población indican que tenemos los mismos habitantes que hace 25 años (poco mas de un millón). En un país que ha pasado en este tiempo de los 37,5 a los 44 millones de habitantes. Todas las comunidades autónomas han crecido excepto Asturias.

Asimismo, si nos fijamos en la tasa de crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones por cada mil habitantes), en 1982 Extremadura presentaba un 5,82 (tasa equiparable al total nacional que era del 6,04). Mientras que España está logrando sostener el 1,81 en la actualidad, nuestra región se coloca en el --0,72, tasa sólo superada por Galicia y Asturias.

Como todos sabemos, los inmigrantes acuden allí donde está el trabajo, es por esto por lo que a nuestra región llegan muy en menor medida que a otras: los inmigrantes empadronados ligeramente superan el 2% de la población total, siendo el porcentaje más bajo de toda España. Curiosamente los porcentajes más altos coinciden con las regiones más desarrolladas. Se trata de personas que acuden para la recogida estival, de temporada, que difícilmente pueden echar raíces y hacer prosperar el territorio. ¿Cuantos extremeños han tenido que emigrar?, digo bien, han tenido.

En materia de mercado de trabajo, deja la región con la tasa de paro más alta de España (13,69%), tasa sólo equiparable a las regiones menos desarrolladas de Europa. Aún peor lo tienen las mujeres, ya que la tasa de paro femenina es, con aún más distancia sobre el resto, la más alta de España (18,88%). De igual manera, nuestro potencial de empleo, es decir, la tasa de actividad, es la segunda más baja de España (51,37%), y con claros síntomas de descenso.

En materia educativa, aún habiendo mejorado la inversión educativa en los últimos años, según un estudio realizado por Alvaro Marchesi (Catedrático de Psicología Evolutiva y ex secretario de Estado de Educación) presentamos la segunda tasa de fracaso escolar más alta de España (33%).

En materia económica, la región extremeña tiene el Producto Interior Bruto per cápita más bajo de España 13.012 euros anuales (lo que supone tan sólo el 66,3% de la media nacional), a gran distancia de la segunda comunidad autónoma con menor índice: Galicia, con 15.660 euros anuales per cápita . También la renta disponible per cápita de los hogares es la más baja de España con 8.964 euros anuales (el 75,21% de la media nacional) cuando ninguna comunidad autónoma presenta cifras inferiores a los 10.000 euros anuales.

En materia tecnológica, presentamos el porcentaje más bajo de uso de Internet. De qué va a servir entonces que todo el personal de la Junta vaya a usar en breve el primer sistema operativo libre creado por una administración pública española, si los ciudadanos no tienen ordenador en casa.

En materia de servicios sociales, Extremadura posee el porcentaje más alto de personas sin hogar de España (0,084%) (Cuestión que afecta a 921 personas). Otras comunidades autónomas han sabido dar respuesta a sus problemas con modelos de intervención eficaces, ¿dónde está el nuestro?

En materia medioambiental, encontramos una difusa apuesta por una Extremadura verde (primero cierro Valdecaballeros, después apoyo la creación de una refinería en Tierra de Barros). Se promueve la imagen de una Extremadura líder en conservación de la naturaleza, cuando las políticas emprendidas promueven una pérdida constante de biodiversidad.

Sin una política en el entorno nacional clara, con escasas relaciones con los dirigentes de las comunidades autónomas más boyantes, con los que se podría trabajar codo a codo en beneficio de los extremeños. Sin un paquete de medidas para tratar de enfrentar esta precaria situación. Ibarra quiere abandonar la presidencia dejando una de las regiones más viejas de España, con un futuro laboral más que incierto, que no ofrece posibilidades sostenibles para las empresas, con personas que emprenden, pero el camino de partida, donde ni siquiera el bajo precio del suelo está consiguiendo que se abran nuevas posibilidades de inversión, ¿quién va a querer venir?

Otras regiones partieron con las mismas dificultades: Galicia, Asturias, Canarias, Andalucía, pero han sabido, al menos más que Extremadura, crecer socio-económico-demográficamente con políticas abrazadas al sentido común. Quizá porque han tenido una mayor oposición.

Como decía al principio todo tiene un porqué. Es posible que la renuncia venga precedida de un estado de impotencia, es de entender que el panorama no es atractivo, pero también es de entender que no debería irse sin intentar al menos solucionar este tinglado (más que preocupante para el próximo inquilino del ansiado sillón presidencial de la Junta). Ahora bien, si los problemas de salud se lo impiden, por lo menos trate de salir con la cabeza alta.

*Sociólogo