Dramaturgo

Mes de ventas y merenderos este julio que acaba de entrar en calor. Después del junio ardiente y festero por san Juan, después de la polémica social por el lugar en el que ubicar un ferial (bendita ciudad la nuestra que tiene su mayor problema en el terreno para situar los caballitos) y el clamor del alcalde para que desaparezca el CD Badajoz, es hora de pedir una de panceta y dos tintos de verano.

Las ventas pacenses o merenderos de carretera y toboganes son refugio de soñadores (y pecadores) que en las noches de verano sueñan playas y chiringuitos. Allí florecen las heridas del ocio y del aburrimiento estival junto a las de los inquietos niños que corretean entre las mesas y bostezan un sueño-pesadilla en el que siempre aparece un maestro eliminando piscinas, helados y trabajos manuales en Castelar. Allí se estrenan pareos y peinados oxigenados por las burbujas del tiempo libre y la paga extraordinaria, bermudas y sandalias que salen del armario una vez al año para gritar a los cuatro vientos la auténtica condición de sus usuarios (el horterismo marbellí hará furor este año con un bigote relamido y esa tosecilla de EPO que el alcalde Julián ha puesto de moda tras fumarse diariamente tres paquetes de Fortuna y una cajetilla de Pantoja). Allí será costa de colesterol y patatas fritas, cala de asados y helados de chocolate, malecón de empujones y protestas, y bahía de juramentos porque siempre nos equivocamos de venta y venimos a la mala .

En julio hacen el agosto el pimiento frito y las ventas-merenderos. Hacen el agosto el tinto con casera y los llantos de niños somnolientos rivalizando con King Africa y su canción del verano.