El pasado lunes, las complicaciones habidas al cambiar una pieza de un interruptor en un transformador de la compañía eléctrica Endesa en Mérida, supusieron un corte de luz por espacio de más de dos horas que afectó a alrededor de 10.000 usuarios, a consejerías de la Junta y, sobre todo, al hospital de la ciudad. De resultas del corte, y porque la luz iba y venía de forma intermitente, uno de los sistemas internos de generación de energía del centro sanitario resultó dañado y derivó en la interrupción de la actividad quirúrgica, de algunas pruebas diagnósticas y el traslado, a Cáceres y a Badajoz de dos parturientas a las que se les sometió a sendas cesáreas.

El problema, por tanto, no fue a mayores y los efectos del apagón estuvieron controlados; únicamente cabe reseñar los trastornos a los usuarios del hospital, particularmente a las dos mujeres que dieron a luz a 60 kilómetros del centro previsto.

Pero el problema existió y lo importante es que se saquen consecuencias para que no se repita. En primer lugar de la compañía eléctrica. Siempre se puede decir que resulta imprevisible; que se hace para mejorar el servicio e, incluso, se puede argüir que éste mejorará en pocos meses con la puesta en marcha de una nueva subestación. Pero cabe preguntarse si era necesario acometer ese trabajo precisamente por la mañana, cuando más actividad hay y, por tanto, cuando más efectos indeseables podía causar. El hospital también debería revisar sus sistemas internos, porque si se estropea uno, como ocurrió, inmediatamente debería haber habido posibilidad de que saltara el otro, y no tener que invertir diez minutos en prepararlo.