Los feriantes abandonan la feria de Mérida antes de que se acabe. No hay negocio. Pocas imágenes pueden ser más elocuentes de hasta dónde llega la crisis, porque la feria es un acontecimiento sagrado en cada localidad de nuestra región y parece blindada al desánimo y al ahorro.

La feria siempre ha sido tomada por los gobiernos municipales como uno de esos asuntos a los que no conviene dejar de lado, porque como todo el mundo está pendiente de ella, el éxito o el fracaso de la misma es traducido inmediatamente como éxito o fracaso del ayuntamiento. En este aspecto, el abandono de los feriantes en Mérida ya ha tenido su traducción política: por un lado, el PP pide que el 3 de septiembre, es decir un día de feria, sea festivo, intentando no dar lugar a una de las circunstancias que a juicio de casi todos ha causado la atonía de la feria actual. El alcalde, por su parte, pide un debate sereno. Hay que recordar que el PSOE intentó sin conseguirlo que los vecinos votaran en referendo sobre el festivo en la feria o en Carnaval. Lo ocurrido estos días parece apuntar a que el festivo en feria puede evitar un disgusto al gobierno municipal que preside Angel Calle.