WLw a sexta guerra árabe-israelí cumple un mes, tiempo suficiente para dejar al descubierto la incapacidad de Israel para derrotar a Hizbulá e impedir que siga lanzando cohetes contra el norte del país. Pero también para confirmar la inoperancia de la ONU cuando intenta actuar contra el criterio de una de las potencias con derecho a veto. Ni siquiera la aproximación de última hora de Estados Unidos y Francia en el Consejo de Seguridad para lograr una tregua permite ahuyentar el pesimismo. Son ya más de mil los muertos libaneses y 130 los israelís, pero la guerra traerá otras víctimas y consecuencias de gran calado. En primer lugar, la crisis del Gobierno israelí y sus jefes militares, incapaces de calibrar la respuesta enemiga y de contener la escalada de violencia.

Después, los efectos de la destrucción del Líbano y las grietas de la solidaridad árabe. Y nada impide que el desastre se eternice: Israel no ha entendido que la guerra actual es una metástasis del pleito con los palestinos y que el diálogo con Hamás, e incluso con Siria, probablemente habría evitado el fiasco estratégico.

Todo el mundo islámico aparece detrás de Hizbulá para dar una dimensión universal a la guerra y describir a Israel como una marioneta de EEUU en la lucha antiterrorista. Por eso urge que la comunidad internacional halle el camino para frenar un conflicto que puede extenderse de Indonesia al Magreb, sin olvidar que Hizbulá, teledirigido desde el Irán mesiánico y nuclear, es una amenaza para todo Occidente.