He vuelto, para pasar un rato sin tiempo tasado, a las mismas mesas que hace cuatro años escucharon mis reflexiones, junto a las de otro compañero, en una época de mi vida en que estaba en inactividad laboral. Había quedado esta vez con una persona para mí muy valiosa, que hace una treintena de años me llamó por teléfono para decirme casi desesperado que no sabía qué hacer en esos momentos, en que acababa de enterarse de que había muerto en accidente su mejor amigo y compañero de actividad sindical y política.

La edad y la experiencia de 35 años en el periodismo extremeño me han permitido conocer mucha gente, ves los hechos delante de ti, hablas con los personajes, te informas, interpretas, y escribes, cuentas lo mejor que puedes.Pero es muy cierto que siempre hay una trastienda desconocida, tanto de las decisiones que se toman, como de esos políticos, sindicalistas o empresarios con los que habitualmente has tratado adquiriendo solo su imagen pública, su comportamiento exterior.

La charla del otro día en esa mesa de color marfil, con vistas a una explanada ejemplo del pelotazo de la obra pública en este caso municipal -pavimento en losas de granito inestables, nunca bien asentadas, quebradas, sin apenas juntas, pequeños embalses en lluvias que obligan a pasar de puntillas para no calarte los pies- me proporcionó uno de esos ratos necesarios pero tan escasos para los periodistas, para todos en general.

Conocer mejor unas cuantas trastiendas políticas y personales, estas últimas muy necesarias porque ayudan a explicar las decisiones. Empezar a comprender, ver cómo evolucionan los protagonistas en función de sus circunstancias, valores, necesidades pero también actitudes digamos menos ejemplares.

ESTO MISMO, recorrer de la mano de otro veterano las estancias medio secretas de esta casa que es Extremadura, me ocurrió días atrás mientras esperaba turno para el especialista en el hospital. Nos vimos a una decena de metros, nos reconocimos rápido; cuántas veces frente a frente en ruedas de prensa -esa antigua técnica de comunicación que ha perdido casi todo su sentido como también admitía en un almuerzo el secretario nacional de CCOO Unai Sordo-, pero ha sido la primera vez que, gracias a esa demora inevitable en un sistema público de sanidad que ambos elogiamos, nos hablamos a fondo.

Gracias a eso supe de la digamos amortización de un extraño personaje que tuvo algo que ver en los misteriosos y poco confesables episodios que antecedieron a mi época de inactividad laboral, hechos por los que a partir de entonces tengo claro que en todo comité de empresa deberían estar representados al menos un par de sindicatos, para que haya competencia y el trabajador pueda estar más tranquilo.

El tiempo te va confirmando, o a veces descartando es cierto, las cosas; en este caso el carácter siniestro, pero también increíblemente tierno o afectuoso, de las personas que pasan por tu vida; mas estos testimonios de primera mano de personas amigas, amigas por afinidad de pensamiento más que por trato, son los que verdaderamente te alumbran y fundamentan unas certezas con las que vas creciendo y en mi persona contribuyen a mi desempeño profesional.

SABER DE LA SOLEDAD política, de dirigentes de partido que intentan darle al suyo un sello de izquierda que la mayoría de las veces está difuminado. De propuestas laborales increíbles en entidades que predican todo lo contrario. De la trayectoria inmediata de personas que, como me dijo otro amigo, merecían mejor final profesional tras décadas de lucha. Pero también de la buena voluntad y acierto en decisiones políticas sobre la que uno mantenía su crítica.

Mesa de café, pasillo de hospital. Confesiones reveladoras. Personas que se agrandan de repente a medio metro de ti, elevándose aún más sobre el concepto que de ellas tenías. En este caso, ya en la recta final, o habiéndola sobrepasada, de la vida laboral. Gente que hizo y hacen Extremadura con unos valores en desuso creciente.