Dramaturgo

Siente un pobre a su mesa era el lema caritativo de aquellos años de hambre y penuria. En la tarde del 24, apenas el sol había guiñado su despedida, salían los burgueses de abrigo de paño y zapatos lustrados a buscar entre las fogatas de los descampados a pobres que quisieran sentarse esa Nochebuena a sus mesas de pavo, Paternina y polvorones. Estaban los descampados salpicados por manchas negras que huían al ver llegar a los burgueses: ¡Corred que es la secreta! ¡Los de falange, que vienen los de falange! , y sólo se quedaban los socarrones, los que no tenían dónde huir, los que ya no se jugaban nada y aquéllos que veían una oportunidad de oro para birlar de las casas de los ricos caritativos algún cacharro para vender al trapero o al mercado negro.

Sentados a la mesa después de un pase por el baño en el que las señoritas de colegio de monjas hacían su primer acto humanitario, antes del Servicio Social, bañando a los pobres y lavando sus pingajos.

¡Cuántos mendigos se sentaron en la mesa de Nochebuena con el batín viejo del señorito o la bata de la señora! ¡Cuántos fueron sometidos a un curso rápido de modales antes de lanzarse sobre el muslo del pavo y el vaso de rioja! ¡Y sus canciones borrachas delante de los belenes!: ¡En el frente de Gandesa, rumba la rumba, la rumba la...! Y los chisteos sofocados de aquellas gentes de orden, y las despedidas apresuradas: ¡Váyase de una vez, hombre! , y las chimeneas soltando la fumata negra de aquellos harapos quemados: Póngase la chaqueta del abuelo que le queda como un guante . Y los empujones, y las caras de haber hecho una buena acción: Devuélvanos el candelabro de plata o llamamos a la policía .