TSti todos los presidentes de la restauración democrática, desde Suárez a Zapatero , pasando por González y Aznar , han intentado acabar con la violencia etarra pulsando todos los registros, incluido el del diálogo, ¿qué razón habría para que Ibarretxe , el presidente de los vascos, no lo intente también? Bien es verdad que su objetivo de erradicación del terror se combina, según se aprecia en las preguntas de su referéndum, con sus aspiraciones nacionalistas, soberanistas, independentistas o como se quiera llamarlas, pero no lo es menos que tales aspiraciones han sido una y otra vez refrendadas mayoritariamente en las urnas, que sintonizan con un importante sector de la sociedad vasca que al mismo tiempo execra la violencia, y que van encarriladas, en este caso, por la vía de la acción política pacífica y ordenada.

Otra cosa es, ciertamente, que el Estado español no quiera ni oír hablar de esas cosas, que le revienten las ideas y las iniciativas que considera pudieran ir en menoscabo de su integridad territorial, pero si la gran baza de un Estado democrático es que mediante la política se puede pensar cualquier cosa y laborar mansamente por el éxito de cualesquiera ideas, no se puede destruir esa baza esencial recortando a capricho la libertad y judicializando las iniciativas de los representantes legítimos de los ciudadanos.

Siendo el referéndum, la consulta directa a los ciudadanos, un valioso elemento democrático, tanto más valioso cuanto sortea a los intermediarios de la voluntad popular, no se entiende bien la feroz inquina que despierta en tantos foros, a menos que la despierte precisamente por eso...

Se percibe en ello una desconfianza en la sociedad, en su madurez y en su criterio, que contraviene los principios de un Estado que se edifica, presuntamente, sobre la soberanía de esa sociedad o suma de individuos, todo ellos poseedores del bien inmarcesible de la libertad sin más límites que los del sentido común y la buena convivencia fijados por el derecho y la ley. Pregunte, pues, Ibarretxe a sus administrados lo que quiera, y no se tenga miedo, pues el miedo es muy malo, a sus respuestas. Porque también pudiera ser que, si no se sienten concernidos por esas preguntas, respondan con el silencio y la indiferencia, esto es, con la abstención.