Si en 1998 el teniente de navío Martín-Oar no se hubiese hecho amigo en Nápoles del entonces cónsul general Miguel Benzo Perea (Madrid, 7-11-1951), éste no habría puesto como condición, para aceptar ser embajador especial en Irak, que le acompañara el ahora primer militar español muerto en ese país.

Diplomático de carrera, Benzo siempre recuerda lo que le impresionaba de niño ver las carrozas de los embajadores que se dirigían por el centro de Madrid a presentar sus credenciales en el palacio de Oriente. Hasta junio pasado, Benzo no fue nombrado embajador. Anteriormente, sus destinos diplomáticos más importantes fueron los de cónsul en Londres (1985-88), Perpignán (1995-98) y Nápoles (1998-2001). También ha sido subdirector general en el Ministerio de Exteriores. Ultimamente llevaba casi dos años de responsable de Relaciones Económicas Multilaterales. En octubre le tocó recibir las quejas de la Embajada de EEUU en Madrid, porque las empresas españolas Cepsa y Repsol negociaban vergonzosos contratos de petróleo con Irak, mientras Aznar apoyaba a Bush contra el tirano Sadam.

Ahora, Benzo coordina en Bagdad las relaciones con las agencias especializadas de la ONU en la Oficina de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria. La muerte del amigo ha sido un golpe inhumano.