Los más viejos del periodismo dicen que noticia es cuando un hombre muerde a un perro...O cuando un jefe de la policía local, cuerpo que se encarga de vigilar la seguridad del tráfico en su municipio, resulta que conduce con tasas de alcohol en sangre casi cuatro veces superiores al máximo permitido, circula en esas condiciones en sentido contrario y, que para mayor desgracia, provoca un accidente. Todo esto le ocurrió la madrugada del lunes al superintendente de la policía local en Badajoz, a Miguel Sardiña. Lo único que cabe decir en su descargo es que, después del choque que tuvo con un vehículo que circulaba por su carril, él mismo llamó a la policía. Pero hasta ahí. El resto es de todo punto rechazable. El reproche social que recibe cualquier ciudadano que se comporta de la manera que lo ha hecho el jefe policial se multiplica en su caso. Porque Sardiña ha traicionado la confianza que los ciudadanos habían depositado en él y, merced a ella, le habían entregado la facultad de perseguir, sancionar y corregir conductas como la que él ha incurrido. ¿Y ahora, qué? Una pregunta que, además de una pregunta, encierra un drama.