"Tú sólo tienes dos ojos, el partido tiene mil", sentenciaba Bertolt Brecht . Inspirada entonces por el Partido Comunista, la afirmación nunca ha resultado tan gráfica ni cierta como lo parece estos días respecto al Partido Popular. Líbrenos la Providencia de afirmar que la derecha haya iniciado un peregrinaje hacia el marxismo. Pero sí que Mariano Rajoy sólo posee un par de ojos, el PP tiene mil y todos le escrutan atentamente. Combatir la corrupción es un asunto de principios y un mandato moral para un político, pero también supone un problema de partido y para su partido.

XEN EL INEVITABLEx vía crucis que recorren todos los partidos cuando descubren su compatibilidad con la corrupción, los populares van quemando los pasos habituales: la exaltación de la amistad con los implicados, las visiones de paranoia conspirativa aguda o la negación del pecado de financiación ilegal. Ahora transitan por esta conversión fulminante de los otrora buenos amigos y leales militantes en chorizos que se aprovecharon del partido, o pardillos desplumados por desalmados. Aún les falta bastante hasta alcanzar el estadio final del arrepentimiento y el propósito de enmienda. Deberán pagar antes una penitencia electoral que les anime a arrumbar la teoría según la cual a los votantes no les importa que haya corruptos, se les proteja o salgan impunes, pues lo que realmente les altera es que ponga nación en el preámbulo del Estatut, la prohibición de los toros o los pitos al Rey en las finales de la Copa. Solo quien desconoce los fundamentos mínimos de cuánto sabemos sobre los comportamientos de los votantes puede manejar semejantes afirmaciones. Rajoy conoce bien a sus votantes. Sabe que ese no es ahora el problema. Lo será cuando toque ir a votar, pero eso aún queda lejos. Hoy la cuestión es cuánto daño va a infligir el ´gürtelazo´ a la herramienta más imprescindible para ganar o perder elecciones: la organización, el partido.

Rajoy sabe que los mil ojos del partido evalúan su liderazgo. No tanto si sabe ser ese capataz virtual que se apresura a salir a dar titulares, jaleado por la prensa más amiga, sino si sabe comportarse como el capitán de un barco en zozobra, patronearlo con algún principio más que el simple sálvese quien pueda . Esperanza Aguirre ejecutó su fulgurante salida habitual dejando claro que, si debe elegir entre ella y el partido, siempre se escogerá a sí misma y cortará lo que tenga que cortar a quien sea. Rajoy ha preferido esperar a que la dimisión de Luis Bárcenas cayera como fruta madura, enviando a la organización el mensaje de que el jefe no corta cabezas, pero las acepta. El único inconveniente es que esta vez el líder occidental que más veces ha visto consolidado y amenazado su mandato ha tenido que esperar demasiado. También necesita que Bárcenas salga del Senado por su propio pie.

Rajoy sabe que los mil ojos del partido le vigilan atentamente para decidir quiénes son su gente. Si lo es la generación de Aznar , que es la suya, llevó al partido a la victoria y permitió el ascenso de este imperio de los horteras. O lo es la renovada quinta de María Dolores de Cospedal , que no es la suya, pero son los suyos, e iban poco a poco haciendo su camino hacia el poder. La salomónica elección de una figura neutral y sin futuro como José Manuel Romay Beccaría es un síntoma de lo peliagudo de una elección que no resuelve.

XRAJOY SABEx que los mil ojos del partido analizan cada gesto y cada palabra para averiguar la respuesta a la pregunta que les importa. El partido necesita saber qué va primero, si la prevalencia de la organización o la supervivencia del candidato. Podrá demorarlo, pero tarde o temprano deberá despejar esas incógnitas, porque si no alguien lo hará por él. Por mucho que Génova repita vía SMS que no hay novedades en el sumario, al menos trae una y principal: Gürtel está aquí para quedarse y no desaparecerá mañana. Como diría Neil Young , el líder Rajoy debe elegir entre arder brillantemente y perdurar, o quemarse lentamente y desaparecer.