Como parece que no supe explicarme en su momento, me repito (ajo soy) sobre el modo de reivindicar no ya «un tren digno», como se dice, sino sencillamente la dignidad de tenerlo, ya que lo que hay ahora en Extremadura podrá considerarse transporte ferroviario, sí, pero de ganado, yo que lo he vivido en sus mejores modalidades: retrasos, averías y, lo que me llevó a quitarme definitivamente, ninguna cafetería donde acodarse durante el trayecto.

Naturalmente, nada tengo contra la manifestación del sábado en Madrid, salvo que revoloteara por allí Milana bonita. Y, dado que ajo soy, repito por qué: porque esos estereotipos de pobreza, resignación, analfabetismo, etcétera, pertenecen a una Extremadura que ya no existe. Sé que el fin es llamar la atención, sugiriendo que Extremadura vive aún en el atraso de los años 60, pero si Extremadura se reivindica con esos estereotipos, difícilmente podrá exigir luego que no se la identifique con ellos.

Extremadura tendrá su tópico, claro, como Cataluña el de la tacañería o Andalucía el de la guasa, por ejemplo. No sé qué tópico le corresponde a Extremadura, pero no es, desde luego, el de la miseria de Los santos inocentes. ¿A qué, entonces, caracterizarse de lo que no se es? Extremadura, por no ser, ni siquiera es Puerto Hurraco, otro caso que pretende estigmatizarla. Y cito Puerto Hurraco porque parece un caso privativo de Extremadura, cuando en España hay muchos, como prueba aquel de Fago (Huesca) que «se hartó del alcalde» y lo mató como a un conejo, a escopetazos, solo por eso, porque «se hartó». No, no conviene alimentar leyendas.

Como se vio el sábado en Madrid, en fin, hay otros modos de denunciar el ridículo de no tener tren --o de tener un tren ridículo-- sin tener que decir «redículo», que en eso consiste decir «¡Quiá, milana bonita!». Quizá para la próxima reivindicación (qué sé yo: por una financiación justa) quieran figurarse como La familia de Pascual Duarte, novela que también transcurre en Extremadura. Seguro que satisfaría a quienes piensan que en Extremadura aún se escopetean perros y los cerdos se comen a los niños. ¿Milana bonita? ¡Ajo!