A lo mejor doña Magdalena Alvarez es una persona cordial y cariñosa, comprensiva y simpática, y practica la modestia en la intimidad, de la misma manera que Aznar hablaba catalán, pero sus esfuerzos extraordinarios en demostrar lo contrario han dado sus frutos, y no parece la chica más popular del barrio político.

Está claro que cuando hay un clamor pidiendo al presidente del Gobierno que la cese, el presidente no va a obedecer esas sugerencias, porque a los presidentes no les gusta que les dicten ni ceses, ni nombramientos, pero tampoco se puede decir que, en los consejos de ministros, le cascabelee el ánimo cada vez que vea a la ministra... de momento. Porque la solidaridad está en razón directa de la oportunidad, y, cuando llega el sálvese quien pueda , no hay otra amistad ni otra lealtad que la supervivencia.

Pedirle a la ministra... de momento su dimisión es darle la razón a quienes le echan la culpa del caos, y antes habrá que responsabilizar a la empresa, a los ingenieros, a los geólogos, o a un peón caminero que se dejó la llave del agua abierta. Luego, todo se puede andar.

De cualquier manera, políticamente, doña Magdalena está amortizada. Lo malo de llegar a ser ministro es que ya no se puede optar a un ministerio menos importante, y sólo queda como opción la Presidencia del Gobierno. O César o nada. Un gobierno presidido por doña Magdalena no dejaría de ser sugerente, incitante y provocador, pero no parece que Mr. Z esté dispuesto a tanto sacrificio, ni a salirse de la vía, dicho sea con perdón. Si Zapatero repite, no repetirá doña Magdalena; y si no repitiera Mr. Z no parece muy probable que su nombre se encuentre en un futuro gobierno de Rajoy , pese a los esfuerzos de los socialistas, porque eso sí que sería una manera de garantizarse la victoria en las próximas elecciones. O sea, que ministra... de momento.