Justo cuando abres la puerta de tu casa te encuentras con la mirada de quien siempre te despide cuando sales a pedalear. Y siempre sigue apareciendo el mismo velo de tristeza, la misma duda: «¿Volverá?». Normal, porque mientras tú disfrutas de la bicicleta y de tu sufrimiento, ellos prestan más atención al móvil, por si llega una llamada no deseada. Porque cuando te ven salir por la puerta vestido de arcoíris, de campeón olímpico, nacional, de rosa, amarillo..., no pueden evitar pensar en aquellos que te adelantan sin siquiera pisar la línea divisoria entre carriles, en los que no quieren verte cuando entran en una rotonda o en los que no son capaces de esperar para adelantarte. Y encima, tenemos que soportar que las señales nos pidan precaución a nosotros, los ciclistas. Me niego a seguir viendo esa tristeza y ese temor en los ojos de quienes me despiden en casa cuando salgo a pedalear.