En Extremadura, desde el épico periodo de la Conquista de América, llevamos más de cuatro siglos encerrados en nosotros mismos, lo cual nos ha forjado un carácter que nos hace tender a mirarnos permanentemente al ombligo.

Los últimos 25 años han supuesto un cambio real de nuestra situación geográfica; la Frontera es hoy una línea simbólica y la A5 nos facilita el acceso tanto a Madrid como a Lisboa, a la N-630 le quedan pocos kilómetros para unir Sevilla con Salamanca en casi la mitad de tiempo que hace solo unos pocos años. Todo ello está muy bien, pero nuestro pasado centrípeto nos hace seguir pensando como si nada hubiera pasado y tendemos a evitar mirar hacia fuera.

Cuántas veces nuestros políticos nos han dicho: "Ahora que hemos terminado las principales infraestructuras, los extremeños estamos a la altura de los mejores" y esa afirmación no es cierta, porque los demás también están evolucionando y las distancias lejos de acortarse siguen, como mínimo, donde estaban. Seguimos a la cola de España, nos da vértigo el cambio y consideramos que después de un periodo de esfuerzo, nos merecemos un descanso reparador.

El problema es que el siglo XXI es el siglo del cambio, y al igual que el surfista que se enfrenta a una ola tras otra, no podemos dejar de movernos. Serán los pueblos que sepan hacer del cambio su forma de vida los que saldrán reforzados en este periodo de turbulencias que se avecina.

Digo esto para poner de manifiesto los argumentos eminentemente localistas que muchas veces tendemos a dar cuando se analizan proyectos que deben estar pensadas hacia el futuro, hacia fuera y no basadas en argumentos del pasado y pensando solamente hacia dentro.

XPASO YAx con el debate de la autovía Badajoz-Cáceres, y ahora le toca el turno al proyecto de Aeropuerto Internacional, que algunos, basados en equidistancias localistas, lo quieren situar en el límite de las dos provincias que forman Extremadura.

Todos los estudios socio-económicos de nuestra región, y así nos lo recuerda constantemente nuestro presidente, ponen como principal problema de Extremadura su escasa y dispersa población. Se trata por tanto, de tomar las decisiones estratégicas, como esta del Aeropuerto Internacional, pensando en cómo nos puede ayudar para traer desarrollo de fuera, para atraer población, además de para acortar los tiempos en los desplazamientos al aeropuerto y hacia el exterior.

Cuando hace algo más de un año don Juan Carlos Rodríguez Ibarra anunció a bombo y platillo la idea de ubicar un Aeropuerto Internacional en Cáceres, pocos extremeños, y solamente algunos cacereños, creímos que el proyecto tuviera una base económicamente viable. Se tomó, más bien, como una promesa electoral para recuperar la alcaldía de Cáceres. Hoy, una vez recuperada la alcaldía, comienzan los típicos movimientos de celos entre ciudades, como sucediera con el trazado y las estaciones del AVE. ¿Solución? Como Salomón , partimos al niño, en este caso el aeropuerto, y todos tan contentos aunque el niño deje de existir porque deje de ser viable.

Si así fuera, como cacereño pediría a nuestra autoridades que dejaran de utilizar la denominación de Aeropuerto Internacional de Cáceres, porque ese proyecto cercenaría las ilusiones que muchos cacereños hemos puesto en el diseño de nuevas infraestructuras para la ciudad, que nuestra alcaldesa está defendiendo.

Es curioso que ahora este proyecto de Aeropuerto Internacional, en el que pocos extremeños creían, sea el que condicione el trazado de otras obras de infraestructura que ya estaban decididas; tales como la autovía Badajoz-Cáceres, también habrá que modificar los acuerdos alcanzados recientemente con el Ministerio de Fomento en relación con la línea del AVE, porque hay que incluir una nueva estación junto al aeropuerto, ¡una nueva estación a 35 kilómetros de las de Cáceres y Mérida! ¿Qué trenes de Alta Velocidad van a realizar parada en estas estaciones? A lo mejor alguien pretende también que la estación del AVE de Cáceres se ubique a 35 kilómetros de la ciudad.

En cuanto a los argumentos económicos que se dan, son inconsistentes; mantiene que esta solución ahorra 120 millones de euros porque se utilizan 25 kilómetros de la actual A-66; es obvio, y si no se hiciera la autovía y se diera la vuelta por Mérida, ahorraríamos la totalidad del coste de la obra.

¿Dónde están valorados el resto de componentes económicos tales como:

--Coste del combustible por realizar 12 kilómetros más de recorrido.

--Coste de la estación adicional del AVE.

--Número de viajeros que utilizarían el aeropuerto.

--Amortización de las inversiones necesarias.

--Estudios comparativos con otras posibles ubicaciones, etcétera?

Sería conveniente que todos estos datos, y muchos más, se tuvieran en cuenta en un estudio más profundo sobre la viabilidad y ubicación, de un proyecto, que puede condicionar el desarrollo futuro de nuestra región y por supuesto de la ciudad de Cáceres.

Lo peor de todo esto es que, al final, se utilice esta polémica para que se sigan retrasando proyectos tan importantes para Extremadura como la autovía Badajoz-Cáceres y el Aeropuerto Internacional de Cáceres.

*Ingeniero Industrial