Lo que está pasando con el Barcelona y el Madrid clama al cielo porque no se trata de esa patadita a un contrario sin balón de Pepe hace uno o dos domingos (ya no lo recuerdo) que nadie vio --nadie, ni público, ni árbitros, ni TVs, nadie--; o de la falta que le hicieron a Reyes, que costó un gol al Atlético, y la mano intencionada de un defensa blanco que era un clarísimo penalti a favor del Atlético; o, ya más reciente, ese penalti pitado al Athlétic de Bilbao --con el resultado justito de dos a uno-- que nadie duda de que de haberse producido en el área blanca no se habría pitado; o las tantas y tantas jugadas con polémica de su rival el Barcelona --no este año, sino todos los años-- resueltas, como no, siempre a su favor. No, no se trata de esas y muchas más miserables arbitrariedades una temporada tras otra, que también, sino de la parcialidad de las televisiones de este paraíso de país que tenemos, cada vez más expertas en las artes de la ocultación, que no paran de repetir una y otra vez, y seguro que lo harán hasta la cansina, como el Atlético de Madrid, tantas veces expoliado por los merengues (en las cinco últimas temporadas ha habido polémicas siempre resueltas a favor de los del bombín), marcó un gol en fuera de juego a la Real Sociedad --fuera de juego harto dudoso-- y se benefició de un posible penalti no pitado --dudoso también, pues el jugador no tiene intención y sus manos están muy cerca del cuerpo--, seguramente, para que nadie hable de un triunfo justo que es algo que sólo pertenece al Real Madrid o al FC Barcelona.

Muy miserable, sí, una vil iniquidad lo de estos roqueros del pinganillo que arbitran cada vez peor --a todos menos al Madrid y al Barcelona--, y de las televisiones cómplices del desbarajuste informativo que padecemos por sus más que perversos nepotismos.

Angel Morillo Triviño **

Castuera