TEtl lunes por la noche, mientras Alfredo Pérez Rubalcaba hablaba en la comisión del 11-M tras la intervención del presidente Rodríguez Zapatero , el portavoz popular Eduardo Zaplana exhibía sin recato una sonrisa despechada y despectiva. Era una mueca recelosa y desafiante, impertinente y estólida. Al contemplarlo, resultaba inevitable preguntarse cómo puede ser posible que un político carente de auténtico prestigio y autoridad sea hoy la cara más visible del Partido Popular en el Parlamento. Que el partido conservador español confíe en Zaplana constituye un misterio insondable.

En 1988, José María García Escudero publicó un ensayo --Vista a la derecha -- sobre varios personajes de la derecha española de Cánovas a Fraga , pasando por Maura , Cambó , Gil Robles y López Rodó . Son figuras heterogéneas, pero todas tienen un rasgo común: el valor intrínseco de sus trayectorias personales. Cánovas fue un historiador discreto, autor de la experiencia de convivencia más duradera de nuestra historia y fundador del pensamiento liberal conservador. Maura, abogado de éxito, presidió la Academia de la Lengua, además de pilotar el frustrado intento de una revolución desde arriba. Cambó dio auténtica dimensión política al catalanismo y creó el primer partido moderno de España. Y Gil Robles, López Rodó y Fraga llegaron a la política desde cátedras universitarias.

También existen hoy personas valiosas en la derecha española, al máximo nivel --Mariano Rajoy , Rodrigo Rato , Josep Piqué -- y en los muy nutridos cuadros intermedios. Por tanto, ¿quién y por qué oscura razón mantiene a insolventes como Zaplana y Acebes en puestos de gran responsabilidad?

Rajoy debería saber que no pueden hacerse tortillas sin romper huevos.