Y en esto, los trombones se levantan de sus sillas de tijera y apuntan los instrumentos al techo. Es la apoteosis de tantas y tantas películas, cuando la chica que ha soñado siempre con cantar en el mejor club de la ciudad deja al público perplejo con la suavidad de su voz y la letra que ha compuesto con mimo y talento el enamorado pianista. Pero suena la voz del presentador y no anuncia a la jovencita del vestido de raso y escote inverosímil, sino al presidente Zapatero y a su mujer. Ella, poco acostumbrada a ceder su imagen fuera de las obligaciones de la parafernalia gótica, casi tropieza al dejar atrás la escalera mecánica. El está mucho más hecho a la cosa, como es lógico, y arroja a la entusiasta multitud una sonrisa esplendorosa. Le siguen tres chicas en vaqueros, que se parecen a tres ministras, y Rubalcaba , al que se le ve tan cómodo como a los pulpos cuando entran en un garaje.

Es el mitin del siglo XXI. Un animador anuncia a los protas y suena la música, mientras ellos desfilan agitando las manos para saludar al público enfebrecido. Por si acaso alguien no se ha dado cuenta, los encargados de prensa del PSOE le dicen a cualquier periodista que se deje que se trata de eso, del mitin del siglo XXI. ¿Lo han entendido ustedes? ¿En qué consiste? Pues en eso, nada más. Porque a continuación el presidente anuncia que el viernes (hoy para ustedes) nos va a contar su plan de economía sostenible. No da un solo dato, lo anuncia y ya está. Para eso, la música y los cohetes (bueno, no ha habido cohetes).

Es cierto que no hay ninguna exageración en lo del siglo XXI (¿lo han entendido ustedes?), porque si se piensa bien, es exactamente eso: la política reducida a un espectáculo barato (o caro, ya veremos), en que los mítines no son otra cosa que ruido, y las ruedas de prensa, declaraciones sin posibilidad de preguntar por los periodistas. Hay algunos señores que mandan mucho en la Moncloa, aunque su sueldo no esté allí, que aconsejan esas cosas igual que aconsejan que cada vez que un dirigente aparezca en público tiene que dar un mensaje importante.

Así pasa lo que pasa, que un día se dice que el Estatut será lo que quiera Maragall y acabamos enfangados en un pantano denso y pestífero. Porque a nadie se le ocurrió antes de mandar a los trombones que tocaran que había que preguntar a los constitucionalistas.

¿Con qué va a tapar ahora el presidente el ruido de los que están insatisfechos tras creerse que iban a conseguir todo lo que pidieron? Un Constitucional que cada día nos da una filtración sobre sus deliberaciones, que tenía que haberse renovado, que está fuera de tiempos desde hace más de dos años. Este tribunal nos va a meter en un lío. Por culpa de Zapatero y sus trombones.