XLxa importancia cuantitativa del gasto farmacéutico en España, unida a su continua senda de crecimiento y lógicamente al aumento de las partidas de presupuestos públicos necesarias para financiarlos, hacen que el control de esta partida se haya convertido en uno de los objetivos prioritarios de las políticas sanitarias y económicas de las distintas administraciones públicas. La sensibilidad del tema es tal, que según últimas informaciones, entre las prioridades máximas del ejecutivo central para la próxima conferencia de presidentes, se encontraría la definición de un bloque de medidas directamente relacionadas con la eficiencia del gasto sanitario. Parece no sólo razonable, sino necesario pues, abrir un debate sobre propuestas que introduzcan una mayor racionalidad en la gestión del gasto farmacéutico público.

En este sentido, convendría comenzar por desmitificar una serie de líneas argumentales utilizadas a menudo de una forma demasiado recurrente en relación al gasto farmacéutico y su importancia en el control del gasto sanitario. Así, desde el punto de vista de la teoría microeconómica el porcentaje de gasto sanitario destinado a la compra de medicamentos, no tiene por qué constituir en sí mismo un indicador de ineficiencia. Existe evidencia clínica para el tratamiento de diversas enfermedades (Neumann et al., 2000) donde se pone de manifiesto que un aumento en este porcentaje supone una disminución del coste global del tratamiento y por tanto una mejora clara no sólo en términos de eficiencia económica sino también en el estado de salud de la población. El razonamiento es sencillo: lo importante no es la mayor o menor participación del gasto farmacéutico en el gasto sanitario, donde el consumo de medicamentos es un elemento importante, pero no el único (tiempo de médico, pruebas diagnósticas, estancias en hospital, etcétera), sino la elección de la mejor combinación de recursos en función de sus precios relativos y de la tecnología disponible.

Por otro lado, el gasto farmacéutico no siempre refleja con exactitud el verdadero coste económico de la prescripción ni para el paciente ni para la sociedad. Sin ir más lejos, el reciente informe presentado por el Consejero de Sanidad y Consumo de la Junta de Extremadura durante la celebración del V simposium de resultados del programa Dáder de seguimiento farmacoterapéutico, pone de manifiesto que el 16% de los pacientes incumplen su tratamiento médico. Si a esto unimos cierta evidencia empírica como por ejemplo, la existente sobre la adecuación de la prescripción de antibióticos en la asistencia primaria catalana (Caminal et al., 1999), según la cual se impuso un tratamiento antibiótico al 40% de los pacientes cuya patología infecciosa no lo requería, y cuyo coste representa un 69% del total de antibióticos prescritos, es fácil comprender la gravedad no sólo asistencial sino económica del tema. Para el caso español, se calcula que los problemas relacionados con los tratamientos farmacológicos (errores de prescripción, incumplimiento de tratamientos, reacciones adversas de los medicamentos, etcétera) equivalen a casi un 10% del gasto sanitario público.

Por último, otro de los mitos recurrentes es el trinomio medicamento nuevo-medicamento mejor-medicamento más caro. Según Petersen (2002), en los últimos diez años tan sólo un 15% de los más nuevos y más caros fármacos ofrecieron significativas ventajas sobre los ya existentes de menor precio. En la misma dirección apunta el gabinete de revisión de precios de los medicamentos patentados de Canadá (PMPRB), al constatar que tan sólo un 6,1% de las innovaciones farmacéuticas introducidas en el mercado canadiense desde 1998 a 2001 supusieron sustanciales mejoras sobre los ya existentes. En todo caso, tampoco sería adecuado identificar innovación con ineficiencia. Tal y como indica Puig-Junoy y Llop (2004), esta relación sólo es válida cuando el beneficio marginal del último euro invertido en innovación es nulo, esto es, cuando nos encontramos en la parte plana de la curva de producción de salud. Lo importante por tanto para aumentar la eficiencia en el contexto de distintas terapéuticas farmacológicas es condicionar el precio de los productos, nuevos o ya existentes, a la utilidad marginal que reportan al paciente y al sistema. Para ello, parece oportuno que la Administración exija la realización de análisis coste/efectividad de cada nuevo producto.

En definitiva y a la vista de los razonamientos anteriores, resulta lógico pensar que la mera contención del gasto farmacéutico a corto plazo no debiera ser nunca el objetivo primordial de las políticas públicas, como por otro lado muchas veces se da a entender desde las distintas administraciones. Antes bien, deberían potenciarse un conjunto de medidas duraderas en el tiempo y de más amplio espectro, vinculadas a una gestión integral del medicamento que favoreciera por un lado, la mejora continuada en la eficiencia, adecuación y racionalización de la prescripción y por otro, la mejora de la calidad asistencial a un coste sostenible.

*Catedrático de Fundamentosdel Análisis Económico de la Uex

*Profesor Titular de Fundamentos del

Análisis Económico de la Uex.

Miembro del Comité de Expertos de la Junta de Extremadura para la reforma de los Estatutos y la Financiación

Autonómica