TLtos cinéfilos están de luto. Nos hemos quedado sin el oscarizado Ben-Hur , sin Moisés, Miguel Angel, Marco Antonio, Richelieu, Enrique VIII, El Cid y tantos personajes históricos que interpretaba a la perfección. Seguro que si en la realidad El Cid hubiera sido como Charlton Heston , las Urracas, Elviras y Juanas de su época habrían caído rendidas a sus pies. Muchas mujeres habrán deseado compartir con el príncipe judío Ben-Hur la carrera de cuadrigas en la arena del circo.

(Los norteamericanos, muy dados a las subastas de objetos de sus mitos, pagaron 30.000 dólares por la túnica que llevó en Los Diez Mandamientos ).

Con la muerte del gran actor Charlton Heston (Su verdadero nombre era John Charlon Carter ) todos nos quedamos un poco huérfanos de esos padres-mitos del cine americano del siglo XX, de los que quedan muy pocos vivos (Kirk Douglas, Paul Newman ).

No sólo ha representado magníficos papeles en el celuloide, sino en la vida real, como esposo y padre ejemplar, sin escándalos ni exhibicionismo.

Heston, a pesar de no poseer una belleza clásica, cautivaba con su voz de barítono, unos preciosos ojos azules de mirada inquisidora enmarcados en unos rasgos faciales duros pero interesantes y un cuerpo impresionante, alto y musculoso.

El intruso monstruo del alzhéimer (una variedad de este síndrome) no debería haberse instalado en su mente, como en la del expresidente Suárez . Hay personas que deberían llegar al final de sus días con la mente lúcida para disfrute de todos los mortales. Pero la naturaleza no discrimina ni selecciona a sus víctimas, lo hace de manera aleatoria y cruel y a Heston, como a Suárez, le tocó vivir sin vivir en esta vida, estar y no estar, aunque ambos, cada uno por diferentes méritos, nunca morirán en la memoria de muchas generaciones porque los grandes mitos nunca mueren. Cuando estos sucesos ocurren, todos morimos un poco con ellos.