Aunque la vida del presente se una e indisoluble, para cada cual tiene un significado diferente y según la interpretación que hagamos de ella nos comportaremos en una o en otra dirección. Tendemos a interpretar la conducta de los demás guiados por nuestra vara de medir. Pero- ¿acaso pensáis que los demás contemplan el mundo desde nuestra propia perspectiva? ¿Que todos estamos afectados por la percepción resultante de un monocromo punto de mira?

Cada persona es un mundo, cada vida un universo abierto a la posibilidad de elegir entre millones de alternativas. Los caminos se bifurcan; cada cual elige la dirección que considera oportuna. Para unos la salida está aquí, para otros allá y no falta quien se vuelve y torna por los pasos que le condujeron hasta el lugar donde en la actualidad se encuentra.

Veo hacendados forrados de millones que se apresuran en la persecución de una sombra fatídica con tal de ganar más. Cuanto más consiguen, más luchan por ampliar la esfera de sus dominios. Crean una serie de necesidades no fundamentales y calibran el prestigio por los caballos de potencia y la flexibilidad de los cueros que recubren la tapicería interior del utilitario de alta gama que llevan a todas partes . Es el modo de pregonar su categoría ante el común de los viandantes, para que los menos resistentes a la adulación les rindan el aprecio debido y la veneración soñada. ¿Se les resuelven sus problemas por ello? ¿Son más felices acaso? ¿Su calidad de vida aumenta a cada logro? Indiscutiblemente, no. Lo que consiguen es sentirse cada vez más esclavos de todo cuanto poseen . Cuantas más necesidades se crean y satisfacen, en mayor cuantía se dispara la tendencia a buscar otras mejores o más intensas. Sin embargo, se consideran en posesión de la verdad y miran con desprecio a quienes eligen como modelo vivir con lo imprescindible y evitar complicaciones.

XIGUALMENTEx observo a gente ociosa que trabaja lo justo y necesario para sobrevivir , que vive al día y se conforma con tener un trozo de pan que llevarse a la boca y una ropa normal con que cubrirse, que no necesita rodearse de una parafernalia de útiles que saturan sus espacios y les impiden ver lo realmente válido. Puede que lleven el bolsillo ligero, que el saldo de la cuenta toque fondo, que se abstengan de tomar la cerveza y el aperitivo que desean por falta de medios o que el motor de su coche de segunda tiemble anunciando su próximo final, entre estertores taladrados de humo. A cambio no saben de crisis de ansiedad ni de saturaciones de estrés que les alteren el ritmo. Viven con la tranquilidad de saber que nada esperan, que nada nuevo le piden al mañana. Con lo que tienen se conforman y les basta. No se crean necesidades superfluas, evitan satisfacerlas. Como les resulta suficiente con el resplandor de la luna menguante, pueden prescindir del brillo de las estrellas. Duermen a pata suelta, sin quebraderos de cabeza, sin la preocupación de despertar mañana arruinados porque las acciones de la bolsa hicieron crack o inseguros porque no saben como manejar la estrategia de engañar al de enfrente. No pagan el tributo a los negocios. ¿Pensáis que son menos felices que los que teniéndolo todo siguen aspirando a acaparar, sin conseguir llegar al estado inicial de la saciedad total?

A veces se da el caso de personas provenientes de la enseñanza que optan por vivir más relajadas y montan un pequeño negocio, a pesar de reducirse el caudal de sus ingresos. Sucede que el pequeño negocio --llámese casa rural en una entorno paradisiaco y de moda-- arranca con éxito y funciona de maravilla; que al propietario le da la tentación de montar otro y otro parecido, y luego más; y al final está más liado y confuso que cuando montó el primero y se dedicaba a la noble tarea de enseñar en la universidad de la capital cercana. Ha caído en la trampa de la moderna esclavitud.

Un restaurador con estrella en la Guía Michelín de la zona de Gerona supo darse cuenta a tiempo y evitar el engaño. Entendió que figurar en la Guía Michelín aumentaba su nivel de exigencia para con los clientes y le suponía una presión psicológica añadida a la que no estaba dispuesto a condenarse. Mientras miles de restaurantes se peleaban por conseguir la ansiada estrella, el señor renunció a la que le concedieron y se dedicó a servir comida en plan entre amigos. Sus rentas no menguaron; pero su satisfacción personal y su conformidad con el trabajo realizado no las cambiaría por nada del mundo. Ser más feliz que antes es todo a cuanto aspiraba. La felicidad no se puede reducir a dinero. Vive más relajado. Su calidad de vida mejoró sensiblemente.

Sed más conformistas, despojaos de la máscara del engaño, vivid la vida que merecéis, no os dejéis arrastrar por la vorágine y estaréis salvados. No por mucho correr amanece más temprano .

*Maestro.