Es posible que en la historia política pasada y reciente no se haya producido en el mundo una reacción de ilusión y apoyo tan generalizado como el que ha suscitado el nuevo presidente de los EEUU, Barack Obama . De norte a sur y de este a oeste, el mundo mira esperanzado la figura de un hombre que se dispone a dirigir el país del que, guste o no, aún dependen en buena medida la estabilidad mundial y el destino de muchas naciones.

La deslumbrante elección de Obama revela que una de las democracias más antiguas del mundo, lejos de afrontar una supuesta e inevitable decadencia como algunos pronosticaban, ha sido capaz de reactivar su ilusión y dinamismo contagiándolo al resto de la tierra. Porque hoy por hoy, pese a su desprestigio internacional y a ser el principal responsable de la dramática crisis económica mundial, el liderazgo de EEUU es incuestionable. Ni China, ni India ni Europa están en condiciones de arrebatar ese liderazgo ni a corto ni a medio plazo.

XPOR ESOx es muy importante, ya que nos va mucho en ello, que el reinado de Obama sea fructífero y responda a ese perfil de persona inteligente, carismática, firme, tolerante, cercana, reflexiva, recta y flexible que ha transmitido en su exitosa campaña electoral.

No va ser fácil. Más bien se presenta como una tarea incierta y complicada. Por eso sería conveniente que esa euforia que se ha desbocado tras las elecciones americanas se modulara desde ya mismo. El mundo vive una situación muy delicada en el terreno económico y en el de las relaciones internacionales, y las soluciones en ambos campos no se vislumbran de manera inmediata, sino todo lo contrario. En lo que nos afecta a todos nosotros, esos asuntos van a ser los dos grandes desafíos de Obama , pero habrá que cargarse de paciencia y realismo y vacunarse contra los sustos y la desesperanza a la espera de los resultados.

Sobre las relaciones internacionales, el nuevo presidente es un hombre de nula experiencia en política exterior, aunque se intuye que es un hombre inclinado al diálogo con otros países y que ha prometido romper con el aislamiento y unilateralismo de su predecesor, en especial en sus relaciones más estrechas con Europa --y España-- y la ONU.

¿Cuáles será su reacción previsible ante los problemas más explosivos que deberá afrontar en esta materia Las pistas que ha dado Obama durante la campaña electoral son interesantes.

Barack Obama , por ejemplo, no va a reducir sustancialmente el presupuesto de defensa norteamericano, que lastra, además, la salida de su crisis económica. Muy al contrario: quiere incrementar las fuerzas convencionales en 65.000 nuevos soldados y las de intervención rápida --la infantería de marina-- en 27.000. También planea reforzar la Guardia Nacional, que constituye el tercer escalón operativo de las fuerzas armadas de EEUU.

El nuevo presidente sí tiene claro que la impopular y equivocada guerra de Irak aconseja un repliegue ordenado y paulatino de las fuerzas de ocupación. Pero el orgullo estadounidense rechazaría una retirada vergonzosa sin más y por eso Obama ya habla de mantener su cuota de responsabilidad por el daño causado. Esto indica que previsiblemente no marcará una fecha para la desaparición plena de las tropas americanas en ese país, pese a que el año pasado la fijó en marzo de 2009.

Los problemas en Afganistán y en Pakistán seguirán ahí y Obama ya ha dicho que la prioridad será capturar a Osama bin Laden y cortar de raíz el apoyo talibán a Al Qaeda. Ello supondrá una reactivación de los servicios de inteligencia y de los cuerpos de operaciones especiales en la lucha antiterrorista.

Irán seguirá siendo otro gran problema mundial. El cuestionado programa nuclear iraní y sus amenazas directas a Israel han merecido por parte del candidato demócrata palabras de advertencia. Es decir, que el nuevo presidente no descarta la opción militar ni en Irán ni en Pakistán.

En cuanto a la crisis económica, que ha tenido su origen en el capitalismo anglosajón, no cabe duda de que la nueva Administración va a tener por delante exigentes tareas en el orden interno y externo. En EEUU. y en la mayoría de los países, existe ahora malestar con el antiguo paradigma económico asentado en la década de los ochenta, durante el mandato de Ronald Reagan , de mercado libre sin apenas regulación ni supervisión estatal. "Más mercado y menos Estado", decían.

Los ciudadanos occidentales, y los americanos con más fuerza, atemorizados por la crisis-recesión-depresión , rechazan sin paliativos los efectos perversos de la globalización económica, que se traduce en las deslocalizaciones industriales, su secuela de destrucción del tejido productivo y el levantamiento de las barreras arancelarias. Que no se olvide que el votante de Obama es de clase media proteccionista.

Ahí existe un grave motivo de fricción potencial de los Estados Unidos de Obama , no solo con sus ciudadanos, sino también con los grandes proveedores asiáticos, latinoamericanos y europeos, socios antiguos en muchos casos, que se han beneficiado de la apertura comercial de fronteras fruto de esa globalización económica.

Los demócratas norteamericanos son aún más aislacionistas y proteccionistas que los republicanos. Obama está inmerso en un complicado juego en el que el fuego cruzado vendrá del frente doméstico proteccionista y del exterior, donde se desea que EEUU mantenga al menos su política arancelaria.

La nueva Administración tendrá que actuar con un delicado sentido de equilibrio y compartir, además, con sus aliados económicos, las propuestas y soluciones para modelar ese capitalismo más justo, estable y de rostro humano que demandan los ciudadanos.

Muchos deberes tiene por delante míster Obama . Que los resuelva bien para satisfacción de todos, aunque el curso va a ser muy largo y muy duro.

*Director editorial de Grupo Zeta.