Esta semana me decía un alto dirigente del PP que las cosas van tan rápidas que la gente no tiene tiempo de digerirlas. Pasamos de un escándalo como la operación Lezo, con todo un señor ex presidente metido en la cárcel, a un intento de moción de censura por parte de Podemos y, de ahí, a una ruptura pura y dura de un partido como el PSOE que va camino del suicidio. De un día para otro cambia tanto la escena que parece que en vez de semanas pasaran meses y en vez de meses, años.

De esta manera, los populares extremeños están encantados, se frotan las manos viendo que la secuencia de corrupción madrileña pasa más rápido que tarde por el foco mediático de los periódicos, mientras el PSOE se abre en canal y recoge toda la atención de la ciudadanía. No en vano, el enemigo a batir, Guillermo Fernández Vara, se ha identificado tanto con la causa Susanista que, quién sabe, a lo mejor sale escaldado y, de paso, Monago gana un asalto.

Porque lo de los avales, por mucho que se disimule en los diferentes feudos socialistas autonómicos, ha sido una sorpresa. Pedro Sánchez, un señor fruto del aparato, no lo olvidemos, ha logrado acaparar el voto crítico contra ese mismo aparato y su diferencia con la andaluza es de apenas 6.000 votos a nivel nacional y de casi 700 a nivel extremeño .

Queda partido, aún restan quince días para la cita con las urnas y muchos militantes por votar, pero la confianza de muchos en las cuentas echadas ha empezado a decaer, lo que se traduce en nervios, cambios de estrategia y acciones más contundentes. Hacer campaña electoral no es lo mismo que hacer primarias. Aquí hay que convencer a los propios y eso es un problema.

A estas alturas de la película no hay más remedio que darle la razón a quienes tuercen el ceño cuando se les habla de primarias. Es verdad que demuestran un ánimo democrático de primer orden dentro de cualquier formación política, pero está demostrado que suponen un virus que se come por dentro a los partidos. Vienen a ser la escena de la notaría cuando se va a abrir una herencia: que entran hermanos, pero salen enemigos.

Fíjense en Francia, los únicos dos partidos que se miden hoy mismo por la presidencia de la república, con Macron y Le Pen a la cabeza, son los únicos que no tienen procesos internos de primarias. El resto, socialistas y conservadores, partidos tradicionales e históricos, se han quedado en la estacada. Y es que los candidatos elegidos, Benoît Hamon y François Fillon, eran los más minoritarios y rupturistas posibles. Ya se sabe que no hay vuelta atrás, pero la cuestión merece una reflexión. La eficacia del sistema de elección de líderes hace aguas y los resultados electorales luego son los que son, cada vez peores. Porque ya se sabe que los congresos socialistas se ganan a la izquierda y los conservadores a la derecha, pero las elecciones siempre se ganan al centro.

Los socialistas tienen un problema de cohesión más que evidente. Y aunque gane como parece Susana Díaz por un estrecho margen, la formación deberá acometer acto seguido un proceso de cosido donde se recojan de algún modo todos los frentes. Para que el PSOE vuelva a ser lo que fue, esa máquina de ganar elección tras elección que era antes, debe contar con gente de los dos bandos. De lo contrario, irá a una escisión o división que sólo traerá males al partido, militantes en huida hacia otras formaciones de izquierdas, creación de partidos nuevos y, en suma, réditos importantes para la derecha.

En Extremadura no parece por ahora que exista una división agudizada. Aunque una militante un tanto espontánea como es Eva María Pérez haya decidido dar el paso y presentarse como alternativa a Fernández Vara, no representa ni abandera la opción sanchista como se han encargado de señalar sus correligionarios. Siquiera es claramente alternativa de la militancia de base dado que es una política de profesión que ha sido diputada, consejera y ahora otra vez diputada. Vara tiene mayoritariamente el respaldo del partido, aunque sus devaneos con la trianera le hayan causado alguna que otra crítica discreta, otros políticos o dirigentes de mayor peso regional que podrían hacerle sombra parecen estar con él. Así pues, todo parece controlado, aunque ya lo decía al principio: la foto es efímera y la realidad pasa cada vez más rápido.