TSter monárquico es como ser del Atlético de Madrid. Supone un gen especial que impele a venerar la institución sin razones objetivas para ello. Porque resulta difícil admitir que una persona, se llame Leonor o Froilán , nazca ya destinada a ser Jefe de Estado, aunque no sea lo mismo un Austria que otro --Carlos I y Carlos II -- o un Borbón que su tataranieto --¿Qué tiene Juan Carlos del siniestro Fernando VII ?--. De vez en cuando la respuesta ultima a estas capciosas preguntas: Y yo ¿por qué soy del Atlético de Madrid? o ¿Por qué soy monárquico?, es una razón de peso. Y así este año los atléticos disfrutan de un grandísimo motivo inalcanzable desde hacía cuarenta y ocho años para renovar su afición y su ilusión. Asimismo los monárquicos tienen en el rey Juan Carlos --¡Qué extraña soledad la suya en el cáncer que no lo fue!-- una razón más política que romántica para sentirse orgullosos de serlo, porque su figura ha dado suficientes muestras en el pasado de cómo la actitud y conducta de un solo hombre puede hacer recobrar la autoestima y elevar el prestigio de toda una nación y una institución desprestigiada. Juan Carlos fue el protagonista de momentos clave en nuestra historia y con innegable prudencia, habilidad, sabios asesores e instinto político incuestionable tuteló con el concurso de un pueblo responsable el crítico paso de la dictadura a la democracia. De ahí los que se confiesan Juancarlistas antes que monárquicos. Pero los monárquicos puros no solo son hinchas de Juan Carlos sino de la institución en sí y como tengo a muchos de ellos por gente sensata e inteligente habré de inferir que se trata de un misterioso gen incorporado a la cosmovisión personal como la devoción a la Virgen de la Montaña o ser hincha del Atlético, un equipo cuya historia esconde un presidente de tan infausta memoria como Jesús Gil , y que sin ganar títulos ni archimillones posee una afición tan optimista, educada, deportiva, entregada y fiel que suscita mi más rendida admiración y resucita mi fe en el auténtico valor del deporte.
