TQtue la Monarquía haya de someterse a las tradiciones puede ser condición obligada. Pero que las costumbres no se adapten a los tiempos que corren es contraproducente. La Infanta Sofía , segunda y última hija de los Príncipes de Asturias, ha desfilado a sus 5 meses por la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha para cumplir con la ocurrencia de su antecesora Isabel II . Y el cardenal Rouco Varela ha oficiado el rito.

Ni entro ni salgo en las creencias de cada cual; los habrá católicos de una parte de la Conferencia Episcopal, otros de la otra... Habrá monárquicos que adoren estas tradiciones que no lo son tanto, y monárquicos críticos, como es mi caso, a quienes estas ceremonias les parezcan algo más bien retrógrado.

Lo que no es seguro, más bien al contrario, es que los ciudadanos españoles, que son los que tendrán, en su momento, que refrendar una Monarquía que ha de mantenerse día a día en virtud de sus obras, pidan a sus príncipes que expresen públicamente sus creencias. Ha llegado la hora de que los reyes han de reinar sobre los españoles de todas las creencias religiosas, de todas las sensibilidades.

La Monarquía ha de modernizarse cada día, pero un sector de la Iglesia se estanca, y algunos no queremos ver al heredero de la Corona y a su esposa sometidos a ceremonias que más deberían encuadrarse en la intimidad de las creencias religiosas de los Príncipes de Asturias (si las tuvieren) que en el boato acartonado de un acto que se empeña en ser lo más rancio posible.

No es esta la nueva imagen que pienso que debería dar la Monarquía de un país moderno, en evolución, un país que se cuestiona todo.

Me cuento entre los que no quisieran ver a nuestros Príncipes en actos inconvenientes para su imagen. Y es que la Monarquía y quienes la encarnan no deben ser objeto de controversia. Y menos, por cierto, en el Parlamento. Que el PP haga oposición a cuenta de cómo trata o deja de tratar el Gobierno a la Corona (máxime tras los tiempos de José María Aznar , que no fueron precisamente buenos en este sentido), parece altamente inconveniente. Este Gobierno, pese a la imprudencia con la que Zapatero reitera su admiración (¿) por la Segunda República, mantiene un trato impecable con la Corona. Como no podría ser de otra forma.