Que la procesión va por barrios es una forma de decir que los problemas son oscilantes y para todos. Parecía que el Cristo del Calvario estaba en el PP, pero la romería se ha desplazado. Ahora está instalada en La Moncloa, desde donde se empieza a irradiar un desconcierto contagioso: el que aparece siempre que las naves no tienen rumbo o cuando quien maneja el timón ha perdido las coordenadas. Hay avisos suficientes como para que se disparen las señales de alarma. La pérdida de la Xunta, solo cuatro años después de desplazar a Manuel Fraga , es uno de los más evidentes, porque, además, en contra de los pronósticos de los politólogos de cabecera del presidente, el abandono electoral no se ha producido en los núcleos rurales, sino también en los centros urbanos, y la alta participación, en contra de lo que se pensaba, ha sido letal para los socialistas. El cansancio que transmite Pedro Solbes es deprimente. No hay margen en el déficit público ya disparado y, gracias a que en este país la oposición no visita las hemerotecas, no se hace la cuenta de los 400 euros del regalo fiscal electoral: fuegos de artificio antes de la batalla. La solución sería una crisis de Gobierno con cambios que aportaran densidad política: ¿dónde radica esa especie en el universo socialista? Establecido que son más dúctiles los independientes y los advenedizos, los veteranos militantes han sido víctimas de un enorme ERE político, y el más ocupado está jugando a la petanca o trabaja en el universo privado. Es verdad que hay excepciones. En el entorno del PSOE y del partido hay dirigentes que han demostrado solidez, como José Blanco , que previó la crisis gallega y quiso adelantar las elecciones, y Bernardino León , capaz de dar un impulso a las relaciones internacionales. Poco más. Los viejos voluntarismos, el optimismo como metodología política, empiezan a ser insultantes en el universo de parados agobiante; se adivinan crisis sociales que no tienen respuesta política y que llevarán inexorablemente a que la procesión que ahora deambula por la Moncloa acabe como el rosario de la aurora.