Realidad del presente, y un compromiso para con el futuro, pues la verdadera realidad de Monfragüe quizás está por llegar. Y es así porque de la misma manera que desde este atávico binomio, desde su más íntima esencia: hombre y naturaleza, se ha transmitido a través de estos años y reflejado la verdad que hoy vivimos, se llega hasta aquí desde el convencimiento de que si se confía en la naturaleza y se lucha por ella, con seguridad, un día ella te dará lo que realmente somos, lo que nos acerca a la auténtica realidad, a toda la energía que trasmite ese universo lleno de misterios y de vida que es el planeta tierra, y que está con nosotros hasta el ocaso de nuestra vida. Efectivamente hablo de esa quimera, que no precisamente auguraba un final feliz, había demasiados homo hominis lupus; pero con el tiempo y la constancia de hombres y mujeres de bien se ha conseguido algo tan sencillo y a la vez hermoso, como reconocer el valor de lo natural. Algo que ya desde antiguo, despertó el interés de personalidades ilustres, científicos, escritores-

XEL BUQUEx insignia de los espacios extremeños después de un largo camino recorrido, es parque nacional, entra por unanimidad y desplegando alas de ilusión de todo un pueblo extremeño en esa especial red de parques nacionales. Con el esfuerzo de todos, por encima de intereses particulares sabiendo poner en valor el interés general, protagonista indiscutible fue nuestra querida Junta Rectora del Parque Natural de Monfragüe, hoy Patronato del Parque Nacional de Monfragüe, así como nombres que también estarán para siempre en la historia del parque, hombres conocedores de todos los paradisíacos y singulares rincones, que creyeron desde el principio en la riqueza de su ecosistema. Y así sin ambages han ido desde el principio a trabajar por lo que vale la pena, sabiendo establecer prioridades para alcanzar un objetivo: proteger un espacio natural en el marco más idóneo y que con todo merecimiento correspondía a las 118.396 hectáreas de estas tierras que bordean el Tajo entre la comarca de Trujillo y Plasencia. Tierras donde el hombre se siente paisaje, donde la cultura del agua, del bosque mediterráneo, nos ha sido transmitida ancestralmente, la de esa avifauna que en sus vegetaciones de solana y umbría, y en suma de todas las gentes de Monfragüe , que nos saludan con los majestuosos vuelos de sus águilas imperiales, buitres leonados, cigüeñas negras, hermosas y protegidas criaturas en peligro de extinción y que suponen la diadema ecológica de España, lo que pregonan sin complejos las aguas del Tajo, cuchillo que viene entrando a filo en el adusto paisaje mesetario, dejando a su paso un escenario de cárcavas y barrancas. Le disputan protagonismo, las aguas del Tietar, río cerrero que llega desbravado tras romperse mil veces en las torrenteras del vientre fecundo de Gredos. Las aguas de Monfragüe exhalan frescura y calma: Arroyo Barbaón, torrentes y arroyos: de Malvecino, de la Vi, todas limpias y claras, donde la belleza es espejo de la confluencia histórica, antropológica y geográfica que, al abrigo de crestas cuarcíticas y abruptas laderas, vierten sus caminos al valle, llenando su aire, su luz, su hábitat, en ese paraje intenso, de profunda intimidad con la naturaleza, de diálogo de vida en el más estricto significado del término, donde únicamente el hombre puede hacer abstracción de lo artificial y conseguir ser libre. Tanto valor, tanta belleza, no podía pasar sin calar en todas las sensibilidades que han sentido este espacio natural y que ha llevado a que parte, de este camino, que aún no acaba, culmine en un proceso, que arrancó cuando la asamblea aprobó la propuesta para que Monfragüe se incorporase a la red de parques nacionales. Y es así que cincuenta años después, tuvo que pasar medio siglo, se consigue su declaración como parque natural, exactamente un 4 de abril de 1979, gracias al esfuerzo y la voluntad del naturalista Jesús Garzón Heyd . Puede decirse que Garzón y Adenex movieron su espíritu y empeñaron sus sueños en mover el de los demás.

Monfragüe es hoy lo que es, gracias a que sobre todo hubo gentes que pusieron su empeño en lograr que fuese un reservorio genético, porque la Naturaleza ha sabido comprender que estas tierras en su querencia de soledad le dejó ser lo que es: territorio aislado, de orografía accidentada y con una dedicación eminentemente cinegética lo que desde antiguo han hecho posible tal singularidad, que adivinamos sobre las muelas del paisaje, eminencias pétreas, que como la proa de un barco, navegan sobre el océano ondulante de la dehesa, tierras con nombre romano: Mons fragorum , más tarde árabe Al mon frag donde madroños, lentiscos y brezos se abrazan. El río del tiempo seguirá deslizándose y a buen seguro nos traerá nuevas noticias . La del 3 de marzo ha sido buena.

*Miembro Parque Nacional de Monfragüe