Biólogo

El 20 de mayo de 1917, en el número 34 de la revista El Cronista, que editaba en Extremadura Agustín Sánchez Rodrigo, se solicitaba al señor marqués de Villaviciosa, autor de la Ley de Parques Naturales de ese mismo año y entonces ministro, la declaración del Portillo de Monfragüe como Parque Nacional. Entre los promotores de la declaración figuraba el naturalista Eduardo Hernández-Pacheco, uno de los extremeños más grandes de nuestra historia y padre de la geología moderna en España y Europa. Setenta y dos años después se consiguió, por primera vez, la declaración de Monfragüe como parque natural y se saldaba entonces una deuda y una reclamación histórica y justa de nuestras gentes.

La declaración de Monfragüe como Reserva de la Biosfera veinticuatro años más tarde, es un reconocimiento internacional a un espacio que, como ningún otro, contribuye a cambiar la imagen tópica de la aridez y la sequía de Extremadura, por la inédita variedad de paisajes vegetales y muestrario maravilloso de riqueza natural. Con su declaración, la UNESCO consigue un reconocimiento ciudadano en un momento en que muchas instituciones internacionales han quedado tocadas en su independencia y objetividad. Se hace bueno el dicho de que muchas veces un galardón distingue tanto a quien lo otorga como a quien lo recibe.

La Reserva de la Biosfera de Monfragüe ayudará a conocer y valorar, por todo el mundo, un legado natural que entre todos debemos cuidar y conservar, para que en un futuro todos los habitantes del planeta Gaia disfruten de lo que hoy tenemos como un tesoro.

La declaración de Monfragüe es un reconocimiento a la labor de conservación que en este espacio realiza el gobierno regional, a la demanda de un joven movimiento ecologista que en Monfragüe logró la mayoría de edad, y que aún sigue dando muestras de su generosa y eterna rebeldía, a las gentes de Monfragüe, que desde la junta rectora, la dirección, la guardería y los trabajadores del parque, han venido velando desde la gestión del día a día para conservar e incrementar el inigualable patrimonio natural de este espacio.

Monfragüe, que es un espacio generoso, agradece hoy a la biosfera entera las atenciones que siempre ha tenido: a los ríos que modelaron su relieve, a la vegetación que cubre sus montañas y llanos, a las especies faunísticas que pueblan sus sierras y a los hombres y mujeres de Extremadura. Todos ellos han desplegado un principio de sólida tradición humanística: la fraternidad entre los elementos y seres que integramos la naturaleza, algo que en los últimos años hemos acordado llamar sostenibilidad.

La declaración de Monfragüe nos compromete a todos los que cada día ensayamos nuevos lenguajes de solidaridad con la naturaleza, desde la escuela a la universidad, desde la administración a los propietarios, desde los lugareños a los visitantes que, procedentes de cualquier rincón del mundo, lleguen a esta joven reserva de la biosfera.