Una ministra del actual Gobierno, la titular de Medio Ambiente, me decía no hace demasiado tiempo que las reservas petrolíferas del mundo no superan los treinta años. Es decir, que nos queda petróleo para tres décadas. Es una estimación que, según luego he podido comprobar, ni siquiera comparten todos los miembros del Ejecutivo de Zapatero , ni tampoco la mayor parte de los expertos consultados. Pero, en todo caso, el debate está ahí. Urgente, porque se trata de algo que cambiará nuestras vidas. Como el debate sobre el reparto del agua o la degradación del medio ambiente. O la saturación de nuestras costas y la desertización de zonas importantes del interior. O, por ir hacia otras cuestiones, cómo conjuntar con Europa un plan sobre inmigración. O cómo profundizar en nuestra democracia, comenzando por cambiar aspectos sustanciales de la legislación electoral. Son apenas algunos ejemplos de grandes cuestiones con efecto real en nuestra cotidianeidad.

Y son, claro, grandes cuestiones de las que casi nunca se habla si no es de modo tangencial: el precio coyuntural del barril del crudo, la guerra del agua entre algunas comunidades autónomas o las fotografías estremecedoras de las pateras. Los poderes clásicos, Legislativo, Ejecutivo, Judicial, y tantas veces los medios, suelen evitar profundizar en la búsqueda de soluciones para cuestiones en las que tanto nos va. Porque si realmente al mundo le queda petróleo para apenas unas décadas, da la impresión de que no podemos volvernos de espaldas ante la urgencia de energías alternativas que no reduzcan nuestra calidad de vida. Y si, como tanto repiten nuestros responsables de Medio Ambiente, la carencia de agua se hará sentir sobre las nuevas edificaciones masivas, sobre esas nuevas ciudades que se levantan en tantos puntos de España, alguien debería lanzar las correspondientes advertencias, quizá en forma de nueva legislación más restrictiva.

XME ASUSTAx constatar que desde algunos de los ministerios implicados (pienso, por ejemplo, en el de Industria, tan ocupado en otros menesteres) se generan a veces tempestades sobre lo mínimo, olvidando lo auténticamente trascendental. ¿O es que alguien ha escuchado al ministro Montilla diseccionando con la autoridad que debería conferirle su departamento sobre lo que nos ocurrirá con el petróleo?

Y conste que no culpo solamente al Gobierno, a los gobiernos, sino a todos nosotros, empeñados en hacer ruido sobre los temas más absurdos, desde el vestido de la señora ministra hasta, pongamos, los derechos de los simios, mientras, como los monos sabios (perdón por la redundancia) nos empeñamos en no ver, no oír, no denunciar, las tormentas reales.

*Periodista