Periodista

Eran los años 60 y un caballero de especial sensibilidad se enamoró de Trujillo. Se llamaba Javier de Sala y era director del Museo del Prado. Compró una casa en Arco de Triunfo y un convento y de su mano descubrieron Trujillo artistas, financieros y diplomáticos. La peculiar magia de Trujillo también fue descubierta por los viajeros ingleses, siempre en pos de sorpresas románticas, que compraron palacios como la casona de Francisco de Orellana. Un convento fue adquirido y remodelado por Duarte Pinto Coelho, decorador portugués y amigo de la reina Sofía: él se la presentó a José y a Toño, los dueños del restaurante Atrio, una tarde en Londres. Compraron casas el diplomático catalán Vargas, la hoy ministra Pilar del Castillo, en la calle de la Paloma... Y en el campo, a diez minutos de Trujillo, también se hicieron con una segunda vivienda en el Pago de San Clemente el hijo de Javier de Sala, el escritor Andrés Trapiello, pintores...

Pero comprar hoy en Trujillo se ha convertido en una empresa difícil y cara y otro pueblo singular cercano a Cáceres está empezando a sonar con fuerza en los círculos madrileños del arte y la aristocracia. Se trata de Montánchez. Ya hace algún tiempo que el cantante Miguel Bosé decidió invertir en Montánchez y desde entonces lo visita en compañía de amigos. Hace un par de años, el pintor holandés Van der Wilde, que ha retratado a los reyes de España y se codea con lo más granado de la alta sociedad de la Corte, se fijó en el castillo montanchego mientras recorría la provincia en compañía del escritor cacereño Carrillo de Albornoz. Subió al pueblo, tuvo un momento de ataraxia mientras descubría que se podía vivir en la montaña contemplando la llanura y compró una casa primero y otras dos casas después, donde levanta un estudio magnífico, preludio de su objetivo confeso: crear una fundación artística en Montánchez.

Al igual que Javier de Sala descubrió Trujillo a los madrileños con gusto y posibles, Van der Wilde está promocionando Montánchez en Madrid de tal manera que este verano visitó el pueblo Marina Castaño y hace tres semanas se dejaron caer por allí la infanta Cristina y su marido, Iñaki Urdangarín. Por otro lado, el del teatro, el actor Juan Margallo, descendiente de Montánchez, me contaba la semana pasada que va a arreglar una casa que ha heredado en el pueblo y me comentaba cómo el fotógrafo del Centro Dramático Nacional acaba de comprarse un terreno en Montánchez y que una conocida técnico teatral madrileña, a la que se encontró en el entierro de Dulce Chacón, le confesó que también estaba buscando una casa en el lugar. Margallo se entusiasma hablando de Montánchez: "Es un pueblo precioso, como la carretera muere allí ha sido más fácil que se conserve, que las casas tengan tres pisos". Primero fue Trujillo. Ahora, Montánchez... Pero la fiebre no parará: la provincia de Cáceres es ya lo que la Beira para María Joao Pires, la Toscana para Piero della Francesca o el Loira para Leonardo da Vinci: el paraíso interior donde habitan las musas.