Monseñor Setién representa, a través de sus extraños postulados que convergen poco en la sensibilidad democrática, a uno de los personajes políticos más nefastos de la vida religiosa, o a uno de los personajes religiosos más siniestros de la vida política que desde unas posturas desvertebradoras, y radicales, trata de arrimarse al sol que más calienta. Y algún día, con o sin sotana, capa pluvial o dalmática tendrá que rendir cuentas. Si quiera sea, ante su propia moral, si es que pasa de los contenidos evangélicos en los que se supone se formó un día.

Ahora, con un oportunismo improcedente y ese fantasmal testimonio que bulle en su mente, habla, en un indigerible libro, con el que hará buena caja, acaso para paliar el dolor de los encanallados miembros de la banda criminal ETA. Padecimientos entre los que incluye las torturas policiales , los encarcelamientos y la política de dispersión , mientras niega, con una tremenda sangre fría, lo que califica como de fundamental ayuda de la iglesia vasca en la creación de ETA.

A través de Un obispo vasco ante ETA , señala el dolor de las dos partes. Acaso porque se olvida de la sensibilidad democrática, de la senda constitucional, del esfuerzo de la transición en la que se ha ido llevando a cabo, solo por parte de las fuerzas democráticas, un ejemplar sentido de la sensibilidad política más firme para acabar con los pistoleros y extorsionadores de ETA, la perturbación enloquecedora de Batasuna, la expulsión forzosa de tantos empresarios vascos, la continuidad de la kale borroka, la persistencia de la lucha por romper la integración del País Vasco en la territorialidad española, con tantos miembros con las manos empañadas de sangre de víctimas inocentes.

xCOMO SEx nota, Setién, que nadie te ha amenazado, ni secuestrado, ni pegado un tiro en el alma! ¡Cómo se nota Setién que tus vertiginosas sensaciones políticas proclaman la desigualdad personal, religiosa y política que albergas entre los misterios de la desesperación! ¿Pensarías igual si ETA, que entre sus orígenes tiene una parte en el seno de la propia Iglesia vasca, hubiera asesinado a más de mil curas, tan solo por el hecho de llevar una sotana, o ser parientes de religiosos y tú, por ejemplo, tuvieras que llevar escolta?

El cura Setién probablemente se habrá enterado de las condiciones de los zulos, de los secuestros, de las extorsiones, de los indiscriminados pistoletazos en la sien, del cobarde tiro por la espalda, de las criminales explosiones de la goma dos, de la metralleta salvaje y asesina, del reciente atentado de Barajas, del clamor social contra la canalla etarra y batasuna que representan el gran lunar de nuestra democracia, a pesar del impresionante esfuerzo de las fuerzas políticas democráticas. Repite, obispo, de-mo-crá-ti-cas. Desotánate ante la sociedad, ante las víctimas de ETA y sus secuaces y trata de convencer a tantos de tus posicionamientos.

El señor cura Setién, como diríamos los chiquillos de mi generación y pueblo, debiera de buscar un refugio contemplativo y espiritual para llegar a la racionalidad de las gentes sencillas y que han vuelto a situar al terrorismo como el principal problema de un país que, mal que le pese, se llama España, y en el que existe el País Vasco, donde da gloria enriquecerse en la charla con el paisanaje. Y es que el señor cura carece de fuerza para compatibilizar su formación religiosa con un testimonio tan estremecedor como el que se puede deducir de un panfleto que le dará una buena soldada. Si tienes corazón de verdad entrega el dinero del libro, con humildad franciscana y recogimiento cartujo, a tanto huérfano de la canalla etarra. Podría ser una ejemplar forma de contribuir a que los pistoleros vayan extinguiéndose.

Desde la indignidad que supone que tengas la osadía de hablar de la reparación que ha de darse en justicia a los daños causados por las injusticias infringidas a ETA, mi rechazo moral y democrático a tu obra, a tu labor, palabras y testimonio, que se alejnan en muchos parámetros a la profundidad de tantas personas que han llevado una vida más sacrificada, más esforzada y con mucho más riesgos que otros supuestos religiosos.

El pueblo español ni ha admitido, ni admite ni admitirá la independencia del pueblo vasco, lo diga el lendakari, o lo apunte un tal Setién, cura de irracionales posicionamientos y posturas contrarias a la sensibilidad de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, incluidos los del País Vasco.

Y es que el orden, la paz y el entendimiento en democracia pasan por el camino de las urnas, que también dieron la espalda al Partido de las Tierras Vascas. Y si Setién busca una paz justa y duradera, como señala, que mire a las páginas de la historia de España, deje de desenterrar tantos conceptos ignotos, abra su alma y exponga la sinceridad de la situación.

Su libro no ayuda a conocer la verdad. En todo caso su verdad, injusta y subjetiva. Así que lo que debiera de hacer es dejar de utilizar falsamente las palabras ética y política y seguir ese testimonio que probablemente le enseñaron en un lugar llamado seminario.

Y por supuesto, la trampa que tiende en relación con ETA y la negociación "para que no se lleve otra vez al País Vasco a la frustración", la debería de haber ilustrado con la exigencia de la entrega de las armas de los terroristas, la cárcel, la justicia, los delitos de sangre y la aceptación de los principios constitucionales y democráticos por los que luchamos tantos españoles. ¿Qué hacemos con los etarras, señor cura y sus adláteres, Setién?

Y si el señor cura quiere un consejo que retire su libro de las estanterías y se aleje a algún monasterio, en el monte más retirado del País Vasco, en el que hacer penitencia. Se lo agradeceremos de todo corazón.

*Periodista