Para poder abolir la propiedad en Rusia, el movimiento marxista tuvo que emprender una larga y sangrienta revolución, asaltar el Palacio de Invierno, asesinar al zar y a su familia, y, luego, ya sabemos 70 años triunfales de comunismo, de los que quedan decenas de cabezas nucleares, millones de muertos, y un país mandado por un antiguo miembro de la policía comunista.

Evo Morales , en cambio, va a abolir la propiedad privada en Bolivia sin, por ahora, disparar un solo tiro. En realidad, la nueva Constitución reconoce la propiedad privada, siempre y cuando esa propiedad posea una función social. En caso de que la propiedad privada no cumpla una función social, entonces se procederá a la expropiación. ¿El verdulero de la esquina cumple una función social? Sí, pues le dejamos la verdulería. ¿La línea de autobuses de La Paz cumple una función social? Pues, no sé, a mí me parece que no mucho. Pues entonces, se le expropia. ¿Y quién dice si una propiedad privada, sea un banco, sea una gasolinera, sea un puesto de pipas, cumple una función social? Pues eso lo dirá Evo Morales.

Tampoco está mal la regresión al racismo, porque se consagran dos tipos de justicia: habrá una justicia de los bolivianos indígenas, y otra para los bolivianos no indígenas, y cuando pleiteen un indígena y otro no sé que harán, qué se yo, lo que diga Evo Morales.

A este sujeto, que va arruinar Bolivia hasta mediados de este siglo, porque no va a haber empresa, sea indígena o mediopensionista, que invierta un euro o un dólar en tan arbitrario e inseguro territorio, le hemos jaleado, aplaudido y recibido como una especie de mesías de los pobres. Bueno, pues resulta que es otro alumbrado más que va a dejar a los pobres en la miseria, a los ricos en la tarea de hacer las maletas, y a las clases medias erradicadas hasta que, allá por el 2030, como poco, se superen los destrozos de este último engañapobres.