Evo Morales podrá sacar adelante la refundación de Bolivia tras el aplastante éxito conseguido en las elecciones presidenciales y legislativas del domingo. En un país históricamente inestable, la reelección del líder indigenista es un gran triunfo personal. Lo es también, en parte, la buena situación económica generada bajo su primer mandato, con unas perspectivas de crecimiento del 3,2 % este año frente a la caída del 2,5 % de media para el conjunto de América Latina, según el FMI. Esta victoria fortalece, además, al populismo latinoamericano que encabeza Hugo Chávez.

El control de todos los poderes por parte del Movimiento al Socialismo (MAS) implica la laminación de los demás partidos, pero no resuelve los problemas históricos ni los que se crearon durante su primera presidencia, en particular el enfrentamiento con la rica provincia de Santa Cruz.

La nueva Constitución, que define a Bolivia no como una república sino como un Estado plurinacional, podrá empezar a andar. Esta multiplicidad hace prever dificultades en la aplicación de la Constitución, que planteará problemas territoriales y de distribución de recursos. Lo que ha sido uno de los proyectos más ambiciosos y queridos del presidente puede convertirse en un quebradero de cabeza de efectos imprevisibles.