Escritor

Espero la primera gran intervención del alcalde de Badajoz, Miguel Celdrán, que está sobrao. Celdrán, para proseguir le ha quitado la "d" a muchas palabras. El Senado no es el Senado, sino el senao. Desde este perspectiva de continuidad en el empecinamiento, la concejala de cultura insiste en darnos una repetición de años anteriores con la obra Anacleto se divorcia, que es una muestra palpable del teatro retrógrado, porque esta obra se escribió durante la II República para ridiculizar el divorcio en España, siendo como es una gran psicóloga nuestra concejala. No sé qué les dirá a los que se quieren divorciar, salvo que vayan a darse un baño de anacletismo. Pero como digo, con todos los respetos, Celdrán está sobrao y moraliza, que es lo suyo dentro de su paz celdraniana. O sea, aquí recalificaciones y después gloria, teniendo en cuenta que Dios le sigue dando salud, cosa que todos le deseamos, aunque lo vemos algo inflado. Por supuesto, el moralista suele, al darle Dios tanta salud y tantos votos, no mirar hacia sí mismo, y piensa en los demás, y le duele que el alcalde de Llerena gane lo que gana, pese a ser tan elegido como él, así como el de Jerez de los Caballeros, pese a ser la ciudad más industrial de toda Extremadura, con un índice de exportación de gran solidez, porque, que se sepa, Badajoz de producto interior bruto está por debajo de Jerez de los Caballeros, pues una cosa es poner flores y otra poner industrias con PIB de categoría. Constructores sí tenemos, y cada día más y más dotados, con gran expansión, sobre todo por la carretera de Olivenza.

El moralismo, por lo tanto, no cesa. Bastaba ver los carteles de "cumplimos por ti, por las personas" para estar cada vez más orondo, no como otros, que se van cargando de hombros ante el peso de la culpa, pero el moralismo siempre fue así. Cree el moralista que él es una unidad de destino en lo universal, cuando él no es otra cosa que el reflejo de la nada que le rodea por todas partes, mientras unos periodistas escuchan los anatemas, presa ellos también de la misma culpa o parecida.

Pese a todo, para comenzar y tras haberme invitado por primera vez a un evento municipal, desearía que mis palabras no fueran manipuladas. Yo no odio a nadie.