La escena es espeluznante: primero se envuelve a la mujer en una mortaja blanca, después se la entierra en un hoyo escavado al efecto de cintura para abajo, más tarde los verdugos, arropados por una multitud enloquecida y armados con piedras inician el rito de la lapidación. Para mayor crueldad, las piedras han sido elegidas de modo que no sean tan pequeñas que no hagan daño, ni tan grandes que le puedan provocar la muerte instantánea. Se trata de que la mujer acusada de adulterio muera de la forma más dolorosa posible y delante de su familia y su pueblo. Se trata de que todos se regocijen al ver su sangre roja y su último suspiro de vida a través de la mortaja blanca.

De esta forma terrible morirá Shamana Malek Ghodany, una iraní de 34 años casada y con dos hijos que vive en la ciudad kurda de Nagadeh, en el noroeste de Irán. ¿Su delito? haber sido acusada de mantener relaciones fuera del matrimonio. Por eso ha sido condenada a muerte por un tribunal islamista y, si la presión internacional no lo impide, otras cinco compatriotas suyas correrán la misma suerte en breve.

XLA LAPIDACIONx, un método en desuso durante la presidencia de Jatami en Irán ha recobrado fuerza con la llegada de Mahmud Ahmadineyad al poder, el mismo líder radical que vuelve a tenernos en vilo a todos con su programa de enriquecimiento de plutonio.

La primera vez que vi en televisión la imagen de una lapidación no pude contener las lágrimas y, cuando decidí emitirlas en un programa de televisión en prime-time recibí algunas quejas de los directivos de la cadena por la dureza de las mismas y su emisión en horario de máxima audiencia. Ver de cerca la crueldad, la barbarie del ser a la que lleva el ser humano es algo que muchos no toleran, porque hiere su sensibilidad, pero si estos terribles hechos no se ven, se consienten, porque también una forma de aceptación es hacerlos invisibles.

En varias ocasiones, la presión internacional ha salvado la vida de algunas mujeres acusadas de adulterio en países donde se practica tal barbarie. Sin embargo, son una minoría, la mayoría de las veces se cumple la sentencia y sea o no cierto el delito que se les imputa, mueren a pedradas.

¿Dónde está la opinión pública mundial en estos casos? ¿Por qué no se equiparan estas sentencias a los crímenes contra la humanidad como piden las ministras turcas? simplemente porque en casi todos los asuntos relacionados con la igualdad, hay un fariseísmo hipócrita para maquillar el machismo latente y creciente en todas las sociedades, incluso en las más avanzadas.

El otro día, algún periódico en nuestro país denunciaba el aumento de casos de mujeres, profesionales de alto nivel, que estaban siendo discriminadas por su físico. Son mujeres inteligentes, suficientemente preparadas y con un currículum muy por encima de sus competidoras, pero tienen un problema: son gordas o feas y eso es motivo suficiente y permitido para ser rechazadas por algunas empresas.

¿Qué pasaría si esto se hiciera con los negros, los comunistas, los judíos o los homosexuales? pues que sin duda la reacción sería inminente. Imagínense un anuncio en el que se diga "Se ofrece puesto de ingeniero con tales y tales condiciones y tal experiencia o remuneración. Abstenerse negros y homosexuales". Pues estos, de las gordas y las feas, para el caso es lo mismo. Se trata no sólo de tener un currículum de infarto sino un cuerpo acorde a los gustos estéticos y morbosos del jefecillo de turno.

Muchas veces he dicho y sigo sosteniendo que en el camino de la igualdad, se tarda un minuto en perder lo obtenido en años de lucha y, desgraciadamente, a medida que la sociedades avanzan de forma vertiginosa en otros terrenos retroceden de igual manera en derechos fundamentales, aunque se haga de forma silente y torticera para no herir la sensibilidad del espectador. Es otra forma de morir a pedradas. ¡Basta ya!

*Periodista[,04]