Hace unas semanas se celebró en el Monasterio de Yuste un curso sobre «El mundo de Carlos V. 500 años de protestantismo». Si el emperador levantara la cabeza y oyera sobre lo que discurseaban los ponentes, se habría llevado un buen disgusto, él que se pasó la vida combatiéndolos. Qué lejos quedan aquellos tiempos, principios del siglo XX, cuando las gentes de Cáceres, azuzadas por el obispo, insultaban y hostigaban a las dos misioneras inglesas que habían fundado una capilla protestante en la Calle Barrio Nuevo, hasta que las pobres se mudaron a Ibahernando, al parecer más tolerante. En nuestros días, de entre todas las sectas evangélicas, es la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es decir, los mormones, la que parece sentir predilección por Cáceres, y cualquiera que viva aquí se cruza a menudo con sus misioneros.

Van en parejas, como la guardia civil, casi siempre son chicos, jóvenes, vestidos con camisa blanca, pantalón negro y mochila cargada de evangelios. Hace falta mucha fe, por no decir fanatismo, para pasarse dos años, como hacen ellos, de misión por el mundo, intentando convertir a los incrédulos a la única religión verdadera. Durante ese tiempo, no deben ni escuchar la radio ni ver la televisión, y solo pueden llamar a su familia dos veces al año.

Recuerdo, cuando vivía en una residencia de estudiantes en Alemania, la visita de los mormones: al saber que era español, me dijeron que volverían al día siguiente, lo que hicieron, trayendo el Libro de Mormón en castellano. A un vecino búlgaro, se lo trajeron en búlgaro, y no dudo que hubieran podido traerlo en euskera o en pastún. Dicho libro fue supuestamente traducido por Joseph Smith, profeta de los mormones, a partir de textos de hipotéticos santos indígenas de América, a quienes se habría aparecido Cristo días después de su muerte.

A Smith, está claro, le molestaba que el Mesías no se hubiera molestado en visitar su continente. Dentro de los mormones hay no pocos cismas y divisiones. Algunas de sus sectas aceptan la poligamia, y hay pastor que ha tenido rebaño de 70 esposas. Esas cosas, o que niegan cualquier divinidad a la Virgen (incluida la de la Montaña) seguramente no se las digan a esa anciana que les escucha sonriente sentada en un banco. Si en lugar de ir con sus camisas planchadas y ser tan rubicundos, fueran barbudos morenos en chilaba y Corán en ristre, quizás la gente les mirara con menos simpatía. El Ayuntamiento de Cáceres encargó el año pasado la digitalización de su archivo a los mormones, que lo harán gratis. Ellos recuerdan con veneración a Melitón González Trejo (Garganta la Olla, 1844 - Arizona, 1914), primer mormón extremeño y español, que quiso expandir la buena nueva por México, y confían en que vuelvan a surgir mormones de esta tierra.

* Escritor