El grupo de empresarios solicitantes de la correspondiente licencia especial para reconvertir sus locales en cafés-conciertos ha vuelto a dar un giro de tuerca en el conflicto que salpica de lleno al recinto ferial cacereño, lugar escogido por el ayuntamiento de la ciudad como el escenario ideal para el ocio nocturno. La concesión de terreno público a un grupo de hosteleros para la explotación de una macropista de verano ha arrastrado la simpatía de unos y la desconfianza de otros. Aunque no cabe duda de que con este traslado estival se ha logrado eliminar de un plumazo los habituales problemas que se generaban en el centro de la ciudad, lo cierto es que, a poco menos de un mes para la llegada masiva de universitarios, el problema, lejos de amainar, toma mayores proporciones con la posibilidad de que el contencioso ahora abierto termine en los juzgados.

La situación obliga a buscar fórmulas de acercamiento entre todas las partes que, quieran o no, necesitan entenderse. Cualquier posición de fuerza sólo servirá para agudizar un conflicto cuya resolución, hoy por hoy, sólo se vislumbra desde la moderación, para unos, y la transparencia, para otros.