Hace más de seis años, extremeños pertenecientes a la Casa de Extremadura en Sevilla y a la Federación Extremeña en Madrid se desplazaron a Toledo y, ante el palacio del Arzobispado de la sede primada, exhibieron una enorme pancarta reivindicando la adscripción de la Patrona de Extremadura, la Virgen de Guadalupe, a nuestra comunidad autónoma. Quienes visiten el Hogar Extremeño de Madrid, en pleno corazón de la Gran Vía, podrán ver cómo un lazo negro está prendido en la bandera de la región.

Son sólo dos pequeñas muestras de cómo la reivindicación de Guadalupe es una constante entre las preocupaciones de los extremeños que viven y trabajan fuera de la comunidad autónoma. Se puede discutir si, dentro de Extremadura, la reivindicación de que Guadalupe pase a pertenecer a alguna de las tres diócesis extremeñas, así como los 31 pueblos que aún dependen de la de Toledo, ha calado o no en el pueblo y en la ciudadanía. Podemos debatir hasta la saciedad hasta cuándo la tópica desidia de los extremeños seguirá permitiendo esta situación arbitraria e irracional. Pero podemos estar seguros que la inmensa mayoría de los emigrantes extremeños que tienen información sobre este hecho están dispuestos a movilizarse y actuar para corregir esta sinrazón.

XLOS EXTREMEÑOSx del exterior tienen dos símbolos fundamentales e inalterables para expresar su identidad: la Virgen de Guadalupe y la bandera de Extremadura. Los hogares y las casas regionales que pueblan toda España son verdaderos motores de extremeñidad y promotores de la conservación del origen extremeño de una población equivalente a la que permanece en la región. Son ellos quienes mantienen el legado de sus padres y de sus abuelos y quienes más sienten y sufren el agravio, que no tiene precedente en ninguna otra comunidad autónoma, de que su Patrona, su más clara seña de identidad, esté en territorio eclesiástica ajeno.

Guadalupex ha ido dando forma y ofreciendo un cauce para mantener y aumentar la exigencia de conseguir que, en el plazo más breve posible, se ponga fin a esta injusticia. Los resultados no han podido ser más elocuentes. El manifiesto de apoyo a la reivindicación ha sido masivamente firmado y a él se han adherido hasta más de cien centros y asociaciones de emigrantes. El Hogar Extremeño de Madrid, el Consejo de Comunidades Extremeñas, las Federaciones Extremeñas en el País Vasco, en Cataluña, en la Comunidad Valenciana, Andalucía, hogares de toda España desde Getafe a San Sebastián, desde Canovelles a Cádiz, desde Cuenca a Lérida, son una prueba irrefutable de que Guadalupe sea tal vez hoy la más potente razón de movilización sentimental de los extremeños. La reivindicación de Guadalupe entre los extremeños del exterior es un auténtico clamor que no cesará hasta que su Patrona no sea extremeña en todos los sentidos y, sobre todo, en el que más afecta a los sentimientos, en el sentido espiritual, sea éste religioso o pastoral. Son los extremeños del exterior quienes más sufren la arbitrariedad de trato y la discriminación.

Cuando desde Guadalupex recorremos nuestros hogares y nuestras casas regionales se nos hacen dos preguntas principales: ¿por qué se nos trata así?, que es tanto como decir ¿por qué toleramos una situación tan injusta?, para de inmediato añadir: ¿qué hay que hacer para remediarlo?

Lo único que los emigrantes extremeños no toleran es que se les humille, que se les trate con injusticia o con arrogancia. Desde Guadalupex se les está recomendando que es tiempo de prudencia y de apoyar a los obispos de las diócesis extremeñas para que, de una vez por todas, promuevan una solución definitiva a este conflicto. Un extremeño de la diáspora, José María Hercilla , nacido en Cañaveral, y que ha sido decano del Colegio de Abogados de Avila, residente ahora en Salamanca, representaba en estos versos sencillos pero emocionantes lo que la inmensa mayoría de nuestros paisanos sienten y comparten: Es incomprensible que la Madre Iglesia,/ que es madre de todos según se nos cuenta,/ permita ese absurdo, esta incongruencia/ de que Guadalupe, lo que en ella se encierra,/ nuestra Virgen pura, querida y excelsa,/ se nos niegue a quienes somos de esta tierras .

El disgusto, la contrariedad que los extremeños sentimos ante una Guadalupe no extremeña se puede expresar en el lenguaje más sencillo de los sentimientos y de las emociones o invocando razones de identidad y de agravio, pero todos los argumentos convergen en una realidad incontestable: es una pura irracionalidad, una enorme incoherencia mantener silencio sobre algo que afecta a la dignidad de los extremeños. Por eso nos inquieta y nos compromete cuando nuestros paisanos del exterior nos dicen con naturalidad y con espontaneidad: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Dónde hay que ir?