Hay que hablar otra vez del señor Jeb Bush, pero no de su inesperada proclamación de la república, sino del anuncio de los grandes beneficios que caerán sobre los españoles si el señor Aznar se mantiene fiel a la amistad que ha demostrado hasta ahora con su hermano George y con los EEUU de América. Serán tantos los beneficios, "que no se pueden imaginar", ha dicho.

Nunca le agradeceremos bastante a Berlanga que hace 50 años hiciera la película ¡Bienvenido, míster Marshall! . De no ser por la provechosa lección del filme, ilusionados con las palabras del forastero, ahora todos estaríamos soñando, como los vecinos del imaginario pueblo de Villar del Río en el que transcurría la acción. Hasta el alcalde de Madrid, señor Alvarez del Manzano, adornaría la ciudad con banderitas de los dos países y rendiría homenajes al hermano del presidente norteamericano, al estilo de los agasajos que preparó el alcalde que encarnaba José Isbert en honor de los americanos que iban a llegar. Gracias a la película sabemos que míster Marshall, cuando viene, pasa de largo a gran velocidad.

El cine nos dejó una lección, que nos ha recordado la conmemoración del medio siglo del filme de Berlanga, celebrada el año pasado. De haberlo sabido, seguramente Jeb no se habría puesto en el papel de míster Marshall. No tendría nada de extraño que le hubiera mandado su hermano George para que esparciera la promesa de los bienes infinitos que caerán sobre nosotros si nos portamos bien. Estas promesas siempre han dado mucho resultado en los países hispanos del sur y, para los Bush, todo es lo mismo.