WCwuatro mujeres y un hombre han sido asesinados en España por sus cónyugues y compañeros sentimentales en los primeros días del 2006. Un triste récord. Quizá quepa atribuirlo a que las fiestas navideñas alientan comportamientos más agresivos de los desarraigados de sus familias. En cualquier caso, ha aguado la satisfacción relativa de que en el 2005 murieran menos mujeres que en el 2004.

Mitigar la criminalidad machista enraizada en valores culturales trasnochados y ancestrales requerirá tiempo. Lo sabemos. Como sabemos que España se ha dotado de una ley integral contra la violencia sexista de las más avanzadas del mundo en materia punitiva, preventiva y reparadora, y que aún faltan medios para desarrollarla y combatir esta lacra.

Pero el aparato judicial y policial habrá de esmerarse para proteger a las mujeres maltratadas y amenazadas. Incluso de ellas mismas, que pueden no ser conscientes del peligro que corren por su errada dependencia emocional del agresor. Por eso alguien debería examinar si no falló nada para que un preso por robo obtuviera permiso para ejercer de verdugo de su exesposa en una calle de Palma de Mallorca tras la cabalgata de Reyes y ante sus hijos de 3 y 5 años.