TLto curioso, como siempre, es el divorcio diabólico de las formas y los contenidos: la desavenencia conceptual entre las loadas manos limpias y esas mismas manos empujando la máquina de destruir papeles para no dejar rastro en los ministerios: la cosa se ha referido del de Fomento, donde el Prestige , el Ave y el Plan Hidrológico podrían haber dejado un sucio rastro de huellas dudosas. Alguien, de nivel más inferior, me relató su participación en el arrastre de esa máquina hasta el despacho del jefe y cómo la ceremonia requería, ante todo, rapidez, eficacia y sigilo. La experiencia ha consolidado una ladina habilidad para que ciertas manos siempre aparezcan limpias, por mucha basura que volteen.

Nunca sabremos con exactitud si los papeles destruidos eran cartas del colegio de los niños o multas de tráfico; si se trataba de informes que se oponían a que entráramos en una guerra injusta; o más bien datos que desmentían que las playas estuviesen esplendorosas o reseñas que aseguraban que lo de las armas de destrucción masiva eran un bulo.

¡Sospechas que dormirán para siempre en la memoria de una máquina ignorante de que en democracia, las formas y los contenidos, las palabras y los hechos, no han de estar necesariamente divorciados.

*Filólogo