La transición fue considerada universalmente ejemplar hasta hace una docena de años. La irrupción de José María Aznar en la política nacional puso en cuestión el acierto de los arquitectos de la democracia. Uno, Adolfo Suárez , ya no recuerda lo que ocurrió; el Rey es un testigo mudo, por definición de su cargo, y quien podía hablar por él, quien estuvo a su lado en los momentos cruciales, Sabino Fernández Campo , acaba de morir en Madrid después de una larga vida en la que conoció los secretos más ocultos, algunos parcialmente desvelados y otros que se han ido con él, poniendo punto final a cuitas, conspiraciones y maledicencias sobre el jefe de la dinastía española.

Ha coincidido en el tiempo el fallecimiento de Sabino con la publicación de la segunda parte de las memorias del expresident Jordi Pujol . En el PSOE, quienes tuvieron presencia ya son solo figurantes de una representación que ha querido revisar la transición con una ley de memoria histórica que no termina de dar paz a los muertos. Y a Manuel Fraga le están perdiendo el respeto los suyos.

Desfila poco a poco una generación de personalidades públicas que dibujaron la España de la modernidad y de la democracia, y que han cosechado cierta incomprensión al rebufo de la revisión iniciada por Aznar, padre de la confrontación que diluyó la transición. Y también por el pragmatismo de José Luis Rodríguez Zapatero , que se considera heredero del PSOE de Suresnes nada más que a título de inventario. Tal vez no se tendrían que morir ni enfermar ni jubilarse, porque los relevos no han sido tan certeros. La clase política actual promueve la nostalgia de la que ya no está, aunque solo sea porque cuesta mucho escuchar un discurso inteligente, lograr un pacto de suma positiva y evitar que los golfos se instalen en la gerencia de los partidos y de las instituciones-

Fernández Campo recibe honores, elogios y obituarios merecidos después de una larga temporada de silencio jubilado. Pujol tiene voz para hablar. Pero a fin de cuentas, como dijo hace pocos días Pasqual Maragall , los elogios vienen dados cuando ya no se tiene poder. En activo, casi todo son diatribas. Y ahora asistimos a otros tiempos, a otros liderazgos, a otras carencias-