XLxlevamos unos días monopolizados por la información relativa a la muerte del Papa Juan Pablo II y sus consecuencias. La política nacional se reduce al mínimo, no sólo por la dimensión de los sucesos de Roma, sino sobre todo por su reflejo casi monotemático en los medios de comunicación, especialmente TVE.

Ya sé que España es un país de tradición católica. Pero también sé que desde hace más de un cuarto de siglo España es un país constitucionalmente aconfesional y/o laico, circunstancia que convierte en algo muy exagerado lo que está sucediendo. Conste que a mí no me molesta ni mucho menos, pero creo que hay algunas contradicciones importantes en todo lo que está sucediendo. Por ejemplo, parece que a Zapatero le ha faltado tiempo para colocarse al frente de la delegación española que acudirá a los funerales y exequias del difunto Pontífice, cuando todo el mundo sabe que el presidente no es creyente y profesa la laicidad y el aconfesionalismo. También le ha faltado tiempo para invitar a Rajoy para que le acompañe y a éste para aceptarlo.

Son cosas del talante, dirán los que siempre encuentran una respuesta fácil a las decisiones de José Luis Rodríguez Zapatero . A él no parece importarle que ese talante no lo hayan mostrado nunca hacia él ni el difunto Papa, que vaya bronca que le echó cuando lo recibió en el Vaticano, ni el jefe de la oposición, que vaya descalificaciones y faltas de respeto que le viene dedicando.

Pero Zapatero debe pensar, tal vez con razón, que todo eso son pecata minuta al lado de la grandiosidad de los acontecimientos y de la dimensión del personaje Woytila. En fin, yo prefiero a un presidente que actúa así, en lugar de demonizar a quienes le han llevado la contraria. Y como este leonés tiene baraka, igual le premia Dios con un sucesor en la silla de Pedro mucho más cercano a su talante que el que acaba de ser llamado por el Señor.

De momento, hace muy pocas semanas ya el Espíritu Santo le regaló un nuevo presidente de la Conferencia Episcopal infinitamente más de su gusto que su predecesor Rouco . Alabado sea Dios.

Llevamos unos días monopolizados por la información relativa a la muerte del Papa. La política nacional se reduce al mínimo, por la dimensión del suceso y sobre todo por su reflejo casi monotemático en los medios