Con la muerte del presidente de Israel, Shimon Peres, desaparece el último de los grandes fundadores del Estado de Israel. Arquitecto de los acuerdos de Oslo, premio Nobel de Paz y reputado estadista de un gran prestigio internacional, Peres fue durante décadas el rostro del proceso de paz que nunca ha fructificado entre israelís y palestinos. Más popular en la escena internacional que en su país, donde no fue capaz de ganar unas elecciones y tenía reputación de ambicioso y maquinador de intrigas, Peres se esforzó en el ámbito político y en otros como el deportivo y el social (a través del Centro Peres para la Paz) en promover la coexistencia entre palestinos e israelíes como camino a la paz. La muerte de Peres recuerda que el proceso de paz que abanderó y llegó a personificar se encuentra en vía muerta. El Israel de hoy ha abandonado la mesa de negociación y ahonda en la colonización de los territorios ocupados. Del lado palestino, uno de los grandes hitos de los acuerdos de Oslo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP), perdió su peso político con la muerte de Arafat y hoy es poco más que un organismo gestor de ayuda internacional en Cisjordania, con la franja de Gaza en manos de Hamás. La paz por la que Peres trabajó, con sus acusados claroscuros, se antoja como un objetivo lejano sino imposible.