El Ejército de EEUU hizo ayer otra incursión en el centro de Bagdad, mientras mantiene la ciudad cercada y bajo el fuego de la artillería y la aviación. Sus comandantes dicen que es una táctica de intimidación, en vez de un asalto a sangre y fuego, para desmoralizar y empujar a la rendición a los defensores iraquís y evitar más muertes. Pero aunque las tropas de Bush se fotografíen haciendo broma en los palacios de Sadam, la batalla de Bagdad es una verdadera masacre.

Sadam podría rendirse y acabar con esta matanza de civiles y combatientes. Pero ni debemos esperar nada del sanguinario dictador, ni Bush facilita ese desenlace. Invadir Irak ilegalmente y sin ocultar sus intereses económicos y políticos hace que los iraquís vean a EEUU como una fuerza de ocupación ante la que deben resistir, más que como unos liberadores amigos a los que aplaudir.

Entre los muchos muertos de ayer hubo la primera baja española: un periodista que cumplía con su obligación de explicar la dramática realidad de esta guerra. Otros siete informadores han caído ya en la guerra de Irak. La gente de la calle conoce los dramas de allí gracias a tareas tan necesarias como la de Julio Anguita Parrado. Adiós, compañero.