Si hace diez días, cuando la Selección ganó el Mundial, los noticiarios ignoraron a las víctimas mortales de las celebraciones, que no hubo más porque Dios no quiso en aquella noche tumultuaria y vandálica, hoy ocurre lo mismo con las víctimas del calor.

No es nuevo: mientras en Europa, en la vecina Francia particularmente, los ciudadanos sucumbían por millares a la ola candente del verano del 2003, aquí, donde el mercurio de los termómetros se fundía y los pájaros se desplomaban de los árboles aun de noche, no pasaba nada. Oficialmente no pasaba nada, y la explicación del prodigio, según las autoridades de entonces, era simple, por no decir agreste: nosotros estábamos acostumbrados a la torrefacción. Luego se supo, aunque nadie insistió demasiado en conocer la verdad, que habían fallecido varios centenares de personas, al parecer no lo suficientemente españolas como para resistir a pie enjuto la sofocación de la estación.

Contrasta esta indiferencia o dejadez informativa sobre lo sustancial de la presente ola de calor, sus efectos letales para muchos, con la extendida afición a los programas televisivos del tipo ´España directo´, que consisten básicamente en hablar del tiempo y en jugar a las comiditas.

De ordinario, pueden pasarse tres horas, con gran despliegue de reporteros y enviados especiales, informando sobre el terreno de que nieva en enero, pero en las actuales circunstancias, cuando la alerta en decenas de provincias bascula del naranja al rojo, no se les ve indagar ni poco ni mucho sobre el asunto, a menos que cantar infatigablemente las excelencias del gazpacho y del abanico se interprete como un hábil mensaje subliminal.

Hace un año, una conspiración farmacéutica nos convenció de que debíamos aterrarnos ante un nuevo virus gripal, pero se ve que a la calorina salvaje no hay manera de sacarle unos miles de millones de euros. El demasiado calor aplana, particularmente a los que, por su fragilidad orgánica y económica, quedan aplanados para siempre al recibir su brutal bofetada. A nadie importan, nadie los cuenta.